Hace 73 años comenzó una de las historias más extrañas del final de la Segunda Guerra Mundial. Mar del Plata fue testigo de la rendición del U-530 y el U-977.
Especial para La Prensa
La madrugada del 10 de julio de 1945 fue fría y brumosa frente al puerto de Mar del Plata. Las pequeñas barcas pesqueras de madera comenzaban a salir perezosamente de sus amarraderos cuando una masa rojiza y desgreñada apareció de repente frente a ellas.
Los pescadores, atónitos, pronto repararon en que el casco de aquel extraño submarino poco en común tenía con los argentinos que tenían su base en ese mismo puerto. El casco estaba completamente cubierto de óxido; en la torreta, apenas se distinguían los vestigios de lo que había sido alguna vez una capa de pintura. Los motores parecían tener bastante dificultad en funcionar, pero la mole de casi ochenta metros de largo se dirigía lentamente hacia la entrada del puerto.
Los desprevenidos centinelas de la base naval apenas pudieron dar crédito a los que veían. "Sumergible alemán, deseamos entregarnos", comenzaron a transmitir en código morse a través de los reflectores.
Así comenzó una de las historias más extrañas del final de la Segunda Guerra Mundial; una historia que para muchos continúa inmersa en la misma bruma que envolvía al puerto de Mar del Plata hace ya setenta y tres años.
La guerra había terminado hacía poco más de dos meses. Ante los insistentes rumores, los líderes militares aliados habían asegurado que ya no quedaban naves germanas de este tipo sin entregarse. Todos los sumergibles de Hitler, afirmaron, habían sido rendidos o hundidos por sus propias tripulaciones.
No es de extrañarse, entonces, que la inesperada llegada del U-530 provocara un enorme revuelo en todo el mundo: ¿Qué hacía la nave a miles de kilómetros de su última zona de operaciones en la costa este de EE.UU.? ¿Quién había desembarcado clandestinamente antes de entregarse? ¿Se había fugado algún jerarca nazi a bordo? ¿Había hundido el U-530 al crucero brasileño Bahía, misteriosamente perdido el 4 de julio de 1945 frente a la costa norte del país sudamericano?.
LA TRIPULACION
A pesar de que Argentina estaba en guerra con Alemania desde el mes de marzo, los marinos alemanes fueron tratados con extrema gentileza. Eran escandalosamente jóvenes y muchos de ellos estaban seriamente afectados por el largo período sin consumir alimentos frescos.
El teniente Otto Wermuth, de apenas 24 años, que no se había destacado particularmente en la guerra, era el oficial comandante del sumergible del tipo IX C. Poco y nada pudo extraerse de los interrogatorios.
El submarino era viejo y estaba en tales condiciones que eran casi imposibles las operaciones de guerra. Apenas queda el misterio de la falta de la balsa principal; no tenía armamento (apenas un torpedo defectuoso) o documentación a bordo, todo había sido descartado antes de la entrega.
Los militares aliados más sagaces supieron casi de inmediato que el U-530 no podría haber hundido al crucero "Bahía" apenas seis días antes. Había llegado a Mar del Plata con los tanques casi vacíos de carburante.
A partir de ese momento, una ola incontenible de avistamientos de submarinos furtivos se desató a lo largo de toda la larga costa Argentina; desde la desembocadura del Río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes, cada pueblito costero tiene, hoy en día, su pequeña historia de submarinos alemanes. La gran mayoría de ellas son parte de un mito, pero una pequeña parte deben ser evaluadas seriamente.
El epicentro de aquella "psicosis de avistamientos" estuvo, en un primer momento, ubicada en el pequeño pueblo costero de San Clemente del Tuyú. Las Fuerzas Armadas argentinas movieron enormes cantidades de soldados y unidades: barcos de guerra, aviones, sumergibles y hasta gran número de policías locales fueron desplegados a lo largo de la costa durante el mes de julio de 1945.
La bitácora de la torpedera "Mendoza", aun nos recuerda que a fines de eses mes, en el golfo de San Matías, se avistó, detectó con los hidrófonos y atacó con cargas de profundidad a un submarino desconocido.
El estado era de tensión permanente. Los corresponsales de los diarios más importantes se habían trasladado a la base naval de Mar del Pata, a la espera de nuevas noticias; con motivo de los múltiples avistamientos, se había instalado en la prensa que, de un momento a otro, otras naves alemanas se entregarían en algún puerto argentino.
El 17 de agosto de 1945, esa historia que para algunos parecía imposible, se hizo realidad: El U-977, comandado por el joven teniente Heinz SchŠffer apareció también en el puerto de Mar del Plata. La conmoción se multiplicó y las acusaciones de misteriosas misiones secretas se elevaron hasta la estratósfera.
La nave de Schäffer, del tipo VII C, también de dilatada historia y escasa grandilocuencia, estaba en mejores condiciones que el U-530, pero con el periscopio seriamente dañado y sin armamento. A diferencia de Wermuth, Schäffer era parlanchín y bastante fantasioso, algo que poco contribuyó a aclarar los hechos, ya de por sí confusos.
Años más tarde escribiría un libro de memorias en el cual inventaría misiones, hundimientos de barcos mercantes aliados, un rango de oficial que jamás ostentó y un viaje de sesenta y seis días sumergido que poco contacto tenía con la historia verdadera.
De todas formas, debemos reconocer que en dicho libro, publicado en la década de los cincuenta, SchŠffer pudo haber explicado vagamente el motivo que los llevó, tanto a él como a Wermuth, a emprender semejante travesía.
La propaganda de Goebbels había hecho mella en los jóvenes alemanes, que creían que los aliados iban a convertir a Alemania en una llanura agrícola y que se trataría salvajemente a los prisioneros de guerra, entre otras muchas profecías apocalípticas que jamás se cumplieron.
El país estaba hundido en el averno, y las perspectivas de entregarse a una nación que se consideraba "amigo", teniéndose los medios para hacerlo, parecía irresistible.
El rumor de que otros submarinos, además del U-530 y el U-977 llegaron hasta nuestras costas es inquietante. Rumores, algunos documentos, como la bitácora del "Mendoza", testigos antiguos y modernos y hasta descendientes de submarinistas, ingresados a la argentina en circunstancias dudosas, han llegado hasta nuestros días. Se dijo que cascos de uno o dos submarinos alemanes yace en las desoladas aguas de las costas de Río Negro, en cierta caleta desértica. Sin embargo, nada ha aparecido; por ahora son apenas parte del folklore nacional, una leyenda inquietante con algunos vestigios de veracidad. Pero cuidado, no sería la primera vez que la ficción supere a la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario