Como siempre que leo algún libro que me ha gustado más que el promedio, voy a escribir unas breves línea al respecto.
En este caso se trata de “Granaderos”, las memorias de “Panzermeyer”,
el multicondecorado general de las Waffen SS Kurt Meter.
Como libro de memorias es de por sí ya muy bueno: descriptivo, entretenido, esclarecedor y muy detallado desde el punto de vista militar, y no por ello aburrido.
Lo que me más me ha gustado, y lo que más me ha enseñado respecto a las fuerzas acorazadas alemanas de la Segunda Guerra Mundial, es la variedad y el funcionamiento en el campo de los diferentes tipos de batallones y compañias que tenían las divisiones Panzer SS.
¡Vamos! No es
que no supiera sobre la conformación de las diferentes unidades de una división,
sino que leyendo este libro uno aprende realmente como operaba en la batalla un batallón de
reconocimiento de Panzergrenadiere, la punta de lanza de las divisiones
acorazadas de las Waffen SS.
Pone los pelos de punta leer como estos hombres corajudos,
montados en sus motocicletas BMW, penetraban kilómetros en territorio enemigo, a
punta de pistola y a pura velocidad, recibiendo fuego desde ambos lados del
camino, con el objetivo de tomar puentes por sorpresa, asaltar barricadas, desintegrar columnas
enemigas en retirada o simplemente acelerar el avance a toda velocidad con el
motor como arma principal.
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Kurt Meyer fue un oficial brillante del Leibstandarte. Combatió en casi todos los frentes de combate: Polonia, los Balcanes, Grecia, Rusia y Francia. El libro narra todas sus campañas. Excepto en Polonia, donde mandó contra su voluntad a una compañía de Panzerjager, siempre lideró un batallón o un regimiento avanzado de reconocimiento. Sus Kradchutzen (motociclistas granaderos) eran inigualables.
Durante la invasión de Normandía, ya en la 12 División
acorazada Hitlerjugend, donde mandaba un regimiento, debió hacerse cargo de la
división ante la muerte del general Witt.
Su encarcelamiento y su condena a muerte luego de la guerra
(luego conmutada) despertaron las más enérgicas protestas, no de los derrotados alemanes,
sino de los mismos oficiales canadienses que habían combatido en su contra
durante la invasión. Meyer había sido un oficial respetado no solo por sus
granaderos, sino también por sus vencedores.