“17 de Agosto de 1945. Ha amanecido. El sol radiante
brilla en el cielo. Se puede distinguir la costa argentina a través de los
prismáticos. Avistamos el faro. La tripulación completa del submarino está
reunida en el puente. Nadie tuvo la oportunidad de desembarcar secretamente
durante la noche. La distancia era demasiado grande…”
“Algunos tripulantes rondaban con la idea de
evadirse en el caso de llegar en horas de la noche. Esto hubiera hecho fracasar
la realización de nuestro plan. ¿Cómo podríamos demostrar qué, aparte de los
miembros de la tripulación, no bajaron también a tierra, ciertos personajes
buscados?”
“Un albatros nos acompaña. Vuela en derredor del
submarino, se posa sobre el agua y nos deja pasar muy cerca junto a él, tal vez
a medio metro. Mira con sus pequeños ojos a la torre, como queriendo decir ¡Que
aspecto extraño tenéis con vuestras barbas! ¿De dónde venís? Abrimos una lata
de sardinas en aceite y cada vez que el pájaro pasa, después de haberse adelantado
nuevamente, le alcanzamos una sardina…”
“Estando fuera de la zona de las tres millas,
transmitimos por las señales luminosas: German Submarine.”
“Nos hemos detenido, algunas barcas de pescadores
pasan junto a nosotros. Nos miran con curiosidad. Parece que les impresionan
mucho nuestras largas barbas. Poco después llega el rastreador argentino M-10 y
dos submarinos. Se nos comunica en inglés que una dotación vendrá a bordo. Una
lancha a motor es arriada al agua. Trae a bordo al personal anunciado. La
maniobra se cumple rápidamente. La dotación compuesta de un oficial,
suboficiales y marinería, da una buena impresión. Los uniformes blancos son
impecables; la apostura es tal como debe ser entre militares. En cubierta me
presento al oficial argentino y lo acompaño a la torre. Sus subordinados se
distribuyen en la embarcación. El oficial me expresa que tiene la misión de
conducir el submarino a puerto. Me reitera que su deber es impedir el
hundimiento de la unidad, como así también que sea dañada. Le comunico que no
tenemos tales intenciones.”
“Luego le propongo entrar yo el submarino al puerto,
dado que mi tripulación sólo habla el alemán; además que las complicadas
instalaciones difícilmente podrían ser manejadas por personal no especializado.
Mi palabra de honor como oficial alemán es aceptada. Comando por última vez mi
U-977.” (1)
La llegada del
U-977 a Mar del Plata, el 17 de agosto, confirmaba de repente, todos los
avistamientos y especulaciones sobre la presencia de sumergibles alemanes en las
costas argentinas. Los escépticos, que no eran pocos, tuvieron que llamarse al
silencio y aceptar finalmente que no se trataba de una psicosis colectiva o de
una operación montada por algunos medios escritos que denunciaban los hechos.
Fragmento de:"Los verdaderos últimos días de la Segunda Guerra Mundial" tomado de "El secreto del U-977"