Entre 2013 y 2014 escribí el libro “Nazis en las sombras”, la historia completa del espionaje alemán en Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Allí narré algunos sucesos acontecidos en el año 1943, entre otros tantos, en las costas rocosas y desoladas que se encuentran al sur de Mar del Plata. Zona de acantilados misteriosos, cuevas profundas y médanos hercúleos. Mar del Sud, famoso por su legendario hotel de estilo academicista, tan característico en las edificaciones de fines del Siglo XIX, que tanto me cautivó a comienzos de la década de los noventa cuando de pequeño vi por vez primera su ajado pero siempre majestuoso rostro.
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U-199 en el Atlántico Sur |
Aquella historia de espías sigue entregando nuevas aristas, detalles que no han entrado en el libro y que vale la pena relatar.
En los albores de la década
del cuarenta, Wilhelm Seidlitz era uno de los espías alemanes más importantes en
Argentina. Primero al servicio del Abwehr y luego del SD, trabajó denodadamente
para el Tercer Reich en el país sudamericano desde los tiempos en que ayudaba a
evadirse a los ex oficiales del acorazado Graf Spee.
Corría el mes de julio de 1943 cuando Seidlitz viajó en su
auto por los sinuosos y polvorientos caminos que aún hoy conducen a la que se
llamaba estancia “El Porvenir”, ubicada uno diez kilómetros al noroeste del pequeño
poblado.
Apenas unos días antes, el R.S.H.A. de Himmler, (Reichssicherheitshauptamt
u Oficina de Seguridad del Reich) que englobaba al SD o servicio de
inteligencia exterior de las SS, pidió a su grupo de espías argentinos que se prepararan
para recibir un submarino que transportaría nuevos agentes y equipos para el
servicio. Siegfried Becker, alias “Sargo”, capitán de las SS y jefe continental
de la Red Bolívar, instruyó a Seidiltz para que recurriera a un viejo conocido
de ambos, el germano-boliviano Gustav Eickenberg, dueño de la estancia “El
Porvenir” y acaudalado empresario.
Seidlitz lo había conocido en el Hospital Alemán de Buenos
Aires, donde el empresario minero se hallaba internado por una pancreatitis;
mientras que la amistad con Becker era aún más antigua, databa de 1940 mientras
ambos estaban en Bolivia.
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Testimonio de Seidlitz |
Seidlitz visitó la estancia. Recorrió costas y acantilados
en pos de encontrar el mejor sitio para efectuar el desembarco. Pero se
presentaba otro problema: Los alemanes necesitaban una embarcación capaz de
salir al encuentro del U-boot, para que este no tuviera que acercarse demasiado
a la costa. Como en ese momento el servicio de espionaje se hallaba esperando que
llegaran fondos frescos a Buenos Aires, Becker pidió a Eickenberg que le
prestara $25.000 M/N para efectuar un depósito de garantía que le permitiera alquilar
dicha embarcación. El hombre accedió de inmediato, algo que luego lamentaría
profundamente.
Sidlitz había ya hablado con el marino germano-uruguayo Alberto
Germán Wollkopff para que adquiriera y navegara la nave que debía reunirse con
el lobo gris. Si un marino no alemán adquiría o alquilaba una nave de recreo no
levantaría sospechas. Si bien la idea inicial fue alquilarla el barco, ante la
demora del R.S.H.A. en enviar el submarino, Becker decidió comprarlo con el dinero
de Eickenberg; aparentemente lo hizo sin que este lo supiera.
La nave que compraron los espías nazis fue el yate “Alga” de
20 toneladas, propiedad hasta entonces, y este es un punto interesante, del conocido
empresario argentino Carlos Alfredo Torquist, descendiente de Ernesto Torquist,
quien hasta ese momento tenía al barco amarrado en el Tigre.
Al parecer, la R.S.H.A. decidió cancelar definitivamente la
operación, al menos eso declaró Becker bajo cautiverio de las autoridades
argentinas en 1945.
Gustav Eickenberg en prisión
El investigador argentino Laureano Clavero logró llegar
hasta la hija de Eickenberg. La mujer recordó muy bien aquellas épocas que
tantos dolores de cabeza le trajeron a la familia. Habló al investigador de un
tal “Piernas”, hombre lisiado que habría delatado a su padre como miembro de la
red de espionaje del Eje. Sin embargo, las fojas judiciales que obran en mi
poder parecen contar una historia algo diferente.
Quien involucró a Eickenberg fue Seidlitz. El 25 de
septiembre de 1944, el espía todoterreno del SD declaró ante el mayor Oscar
Contal todo el asunto relacionado a la estancia, el fallido desembarco y la
historia del yate “Alga”. Evitó en esa oportunidad mencionar que el barco se
compró con dinero del empresario, pero meses más tarde Becker delataría esa
novedad ante el mismo hombre. Pocos días más tarde Eickenberg se hallaba
alojado en un frío calabozo.
La familia vendió los campos por aquella misma época. Hoy la
hermosa estancia, que cuenta con una pista de aterrizaje de más de 3.000
metros, se llama “La Lucila”. Dicho sea de paso, Wolkopff, que no tardó en
seguir el camino de los barrotes, también era aviador.
Eickenberg negó todo ante las policías, incluso conocer a
Becker o Seidlitz. Pero no era fácil engañar al sagaz mayor Contal. El
empresario había hecho un cheque por los $25.000 M/N, por lo que no le fue muy difícil
a Coordinación Federal reconstruir la ruta del dinero.
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Una prueba contundente contra Gustav Eickenberg |
Las dudas persisten
Siegfried Becker declaró inequívocamente que el R.S.H.A.
canceló definitivamente la llegada del U-boot a Mar del Sud a finales de 1944.
En mi libro elaboro una posible teoría sustituta, postulando que esa operación pudo haber sido
reemplazada por otra llevada a cabo para las mismas fechas más al norte, no muy
lejos de la desembocadura del Río de la Plata. Allí ubica la Marina de Guerra
alemana al U-199 a mediados de julio de ese mismo año, coincidiendo, además,
con la caída del salvoconducto secreto a través de cual los alemanes contrabandeaban
materiales valiosos a bordp de barcos mercantes, preferentemente españoles. Esto
último sucedió por el drástico cambio de régimen que se estaba produciendo en Argentina.
Otra posibilidad pudo haber sido la llegada del velero del Abwehr “Santa
Bárbara” a Mar del Plata, un año más tarde, del cual indudablemente
desembarcaron espías, equipos de radiotelegrafía, divisas falsas y drogas
valiosos para financiar al servicio.
Sin embargo las dudas sobre Mar del Sud se niegan a
evaporarse, simplemente persisten. Laureano Clavero, especialista en el lugar
de los hechos, aun las tiene. Pero dejemos que sea el mismo Laureano quien las
exponga: “El mar, después de días de tormenta, deposita en las playas de Mar
del Sud cientos de objetos procedentes del fondo del océano. Muchos de ellos pertenecen
a antiguos naufragios que inclusive se remontan a siglos pasados. Uno de estos
objetos llegó a mis manos gracias a Antonio Puente.” (…) “Me entrega una bolsa
con un cuchillo bastante oxidado, al cual le falta parte de la hoja. Antonio me
dice que tiene unas inscripciones muy pequeñas y un oso dibujado. Cuando
comencé a analizarlo, y a compararlo con otras imágenes, pude ver que se
trataba de un cuchillo de la marco Krupp Berndorf. Éste tenía grabado un
pequeño oso a modo de logotipo. A pesar de faltarle parte de la hoja, noté que
el cuchillo era igual a los usados en los U-boats alemanes durante la Segunda
Guerra Mundial. De hecho, estos cuchillos venían marcados en el mango con una <<U>>.
El mango está muy gastado y casi no se aprecia. La casualidad surge cuando veo
en el mapa que el cuchillo fue encontrado a un par de kilómetros de los campos
costeros del enigmático y supuesto colaboracionista Eickenberg.”
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El lugar de los hechos |
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Venta del Yacht Alga con membrete de Tornquist |
Fuentes de información:
Segundo Sumario de Espionaje Alemán, Cuerpos 1 a 7, AGPJN.
“Mar del Sud y el enigma de los U-boats, parte II” Clavero,
Laureano. Revista “WW2GP Magazine” N° 7.