Es un verdadero honor que mi más reciente ensayo de investigación sea reseñado y aparezca en la portada on line de la prestigiosa revista española "Librúgula". Debo este ingente honor a mi querido amigo y extraordinario novelista, Xavier Alcalá y a Toni Iturbe, director de Librújula.
Texto completo publicado por tan importare portal literario:
texto XAVIER ALCALÁ Ilustración ARCHIVO
Los escritores también son lectores, pero a veces no leen solo
buscando divertirse sino buscando apoyos para sus invenciones… o sus
descubrimientos. Así, debo confesar que me interesé por las historias de
los nazis en la Argentina después de haber visto unas construcciones
arruinadas sobre las costas del Chubut. Mis amigos chubutenses les
llamaban “planchadas” y fueron construidas por alemanes que iban
preparando las playas desoladas del Mar Austral de cara a “la próxima
guerra”. En los años 20, el que sería almirante Canaris
ya anduvo por allí contactando a las colonias alemanas que se
convertirían masivamente al nazismo en los 30, para apoyarlo hasta que
el III Reich “se hundió en el Averno” (y ya empiezo a citar a Julio Mutti).
Nunca dejé de acumular información al respecto, pero sin concederle
más importancia que la merecida por algo lejano y anecdótico. Hasta que
una historia de gallegos “zurdos” y nazis altivos ocurrida en Comodoro
Rivadavia —capital argentina del petróleo (y del viento)— me indujo a la
búsqueda sistemática de datos y hechos. Leyendo, más o menos por
placer, me encontré con libros a los que les faltaba verosimilitud. Una y
otra vez, relataban apariciones del Führer por los páramos del sur.
Entonces encontré a Julio Mutti y sus textos sobre el verdadero
final de la II Guerra Mundial. Los leí, le escribí, nos encontramos en
una cafetería del centro de Buenos Aires y allí descubrí a un hombre
incomún. Siendo profesional de las ventas, con cargo de responsabilidad
en una empresa, en sus ratos libres se dedicaba a desvelar documentos
secretos, ocultos por sucesivos gobiernos argentinos, nada interesados
en lo que siempre se sospechó: que habían acogido a mucho alemán ciego
de “orgullo racial” antes, durante y aún después del peronismo.
Le conté lo que andaba escribiendo —una novela patagónica, basada en
sucesos ocurridos durante la guerra que iniciara la locura hitleriana— y
me contó que llevaba tiempo trabajando en un dosier de miles de
páginas, informes sobre las redes de espionaje nazis en la Argentina
realizados por los propios servicios de investigación criminal del país.
Contrastamos conocimientos de nazis en Comodoro Rivadavia, hablamos de Alexander Schikorrd, sosias de Adolf Hitler,
y de las grandes paradas paramilitares que sus adeptos armaban en la
ciudad (dominada por cuatro empresas petroleras: la alemana, Astra, la
holandesa, Diadema, la inglesa Comferpet y la argentina, YPF). Los
alemanes desfilaban en masa ante un Schikorrd disfrazado como Hitler.
Humillaban a los holandeses rendidos y avisaban a los británicos…
Corrió el tiempo, Julio acabó su nuevo libro, me lo dio a leer y tuve
la sensación de estar pasando páginas sin verlas; porque yo
estaba dentro de la historia.
Nazis en las sombras
(editado por Nowtilus) tiene la virtud de sumergir al lector en el
relato, como hacen las buenas novelas. Pero no es un invento de magín
fértil, y me fastidia recordar que la realidad puede superar a la
ficción. Con todo, en este caso la frase manida es acertada.
Ahora bien, Mutti podría haberse reducido a un trabajo académico, a
desentrañar un marasmo de papeles estropeados por el abandono en
cualquier estantería de un edificio judicial, a ordenarlo
sistemáticamente, anotarlo, introducirle enlaces a sitios de la web… No
hizo tal: Julio tiene madera de fabulador de realidades y consigue
imprimir ritmo de novela a su texto. Hasta el final, que resulta
emocionante. Nazis en la sombra da para una superproducción
cinematográfica, incluidas mujeres bellas, oro, armas, dinero,
estaciones de radio secretas y, sobre todo, un personaje mítico,
“Sargo”, el espía escurridizo, todo un señor (y no voy a desvelar el
final de la historia verídica).
Segunda confesión: tengo una biblioteca reducida, porque voy donando
los libros que no me enamoraron a las bibliotecas públicas. Guardo, sin
embargo, los que a mi gusto merecen ser releídos. Normalmente los releo
por placer, aunque los hubiese leído por interés para cualquier texto en
ciernes; y suelo hacerlo después de algún tiempo, quizá años. Mas en el
caso del libro que ahora recomiendo, ya lo estoy releyendo, por interés
y por placer, no sé en qué proporción. Lo releo y espero la próxima
entrega de Mutti. ¿Qué secretos nos irá a revelar? Cuales fueren, estoy
seguro de que vendrán acertadamente salpimentados: es su forma de
escribir Historia.