El reconocido diputado y escritor Benjamín Subercaseaux volcó sus hondas preocupaciones y su angustia en un artículo titulado "Y al este limita con Argentina", que reproducimos íntegro a continuación a continuación:
La rapidez con que se siguen los acontecimientos de nuestros días me permite decir, sin exageración, que mi libro “Y al Oeste limita con el mar” figura ya en mi prehistoria literaria. No así este otro título que, si bien es el de un simple comentario, está muy lejos de figurar en la prehistoria: nuestros límites con Argentina son extensos y tremendamente actuales y verdaderos. Por algo en mi Loca Geografía decía que nuestro país, visto en un mapa continental, parece no existir y que el ribete amarillo que lo representa simula una coquetería cartográfica para que las fronteras de la Argentina no mojen en las heladas aguas del Pacífico.
Benjamín Subercaseaux |
Ahora bien, la importancia creciente que tendrá este océano en la postguerra está trayendo como consecuencia inevitable una ausencia de coquetería cartográfica en los países bañados por el Atlántico. Se diría que Argentina parece no temer ya que su frontera occidental se exponga a la temperatura insufriblemente baja del Gran Océano. Esto lo saben todos. Sólo los chilenos parecen ignorarlo.
Los chilenos (y Francia nos demostró que esto puede ocurrirle también a los demás) somos muy reacios para creer y entrar a actuar sobre cosas que nos sobrepasan por su magnitud. Decir a los nuestros que el armamentismo argentino rebalsa del significado habitual del derecho a la protección, que asiste a todas las naciones; explicarles que el país vecino, con harto menos disimulo que Alemania, -cuando Alemania todavía disimulaba - está siguiendo punto por punto, y paso por paso, la misma técnica de las declaraciones huecas de las promesas reiteradas de paz y democracia, de las manifestaciones solícitas, y a veces excesivas de acercamiento internacional, mientras su frontera se cubre de aeródromos y sus fábricas de armamentos trabajan día y noche; decir todo esto a los chilenos, repito, es una tarea tan inútil como lo fue en un principio y en otros tiempos, la de convencerlos de que Chile estaba plagado de espías del Eje que atentaban a su seguridad. Por suerte los chilenos solemos son sensibles al hecho manifiesto y palpable y también a la insistencia con que se le anuncia. En lo que toca al hecho palpable éste llegará, más temprano que tarde (para nosotros sí que resultará tarde…), y en lo que se refiere a insistencia no fallaré yo mientras exista el peligro por fuera y la inercia por dentro, mientras sigamos confiados e inermes, en tanto que del otro lado de los Andes brillan los aceros roncan los bombarderos, se equipan nuevas divisiones andinas y se fortifica disimuladamente la base naval de Ushuaia en pleno mar chileno.
En realidad, todo esto parece un sueño. ¿Guerra en América? ¡Qué locura! Eso no ocurrirá jamás. Es lo que dice la gente y lo que pensamos de los niños cuando los vemos día a día. Los de afuera, que los ven menos, saben mejor que el Chico puede hacer una porción de cosas propias de los grandes, que ni siquiera imaginan sus padres. Es la ley de la vida. Pero ocurre que el cariño y la fraternidad que se profesan, tanto los padres Como los hermanos de raza parecen no contar con el tiempo; lo que al final de cuentas es muy hermoso, espiritualmente; pero también muy estúpido, biológicamente. La Biología como la ley, no hace acepción de personas, ni de sentimientos, ni siquiera de conveniencias para el bien o el mal de los hombres (¡por algo sus reventones suelen caer dentro del marco de la Medicina Legal!). La biología actúa cuando llega el momento propicio y ninguna otra cosa le concierne. Lo que ocurre con los niños, ocurre con los pueblos. Estos pasan sobre toda consideración cuando su vida biológica, como nación, llega a su madurez; mucho peor si esta madurez es prematura o falsa, y si la petulancia de una robusta adolescencia les confiere un sentimiento de seguridad más o menos aventurado.
Argentina - ya podernos decirlo sin ambages y con pleno conocimiento de causa - está haciendo todo lo necesario para llegar al Pacífico. Se diría que sabe - y se guarda el secreto - de toda la riqueza perdida en sus aguas, de todas las oportunidades olvidadas o por venir, en esa vía comercial que entre nuestras manos agoniza. Nosotros, en cambio, sumidos en una incredulidad socarrona, estamos haciendo todo lo necesario para ser conquistados "por teléfono", casi sin lucha, de la noche a la mañana. ALLA se está trabajando con prisa, como si hubiera cierta HORA D que no conviniera retrasar.
Ahora y en vista de las voces de alarma que nos llegan, comprendemos mejor la razón del aislamiento de ese país, mantenida con porfía. Comprendemos, sobre todo que no es tanto el deseo de plegarse a uno de los bandos en lucha lo que los hace reacios a participar en la unión continental. Hay "algo" más íntimo y personal que el deseo de simpatizar con la agonizante Alemania. Ellos no están para cantar responsos, ni son nada torpes para soñar en tal cosa. Lo que pretenden - y ahora lo demuestran bien claro - es no "comprometerse" con el resto del continente. Desean QUEDAR LIBRES PARA ACTUAR en el sentido que más les convenga DENTRO DEL CONTINENTE MISMO. En verdad la hora es propicia, y difícilmente podría Chile contar con una ayuda oportuna en estos momentos en que las naciones aliadas tienen tanta cosa urgente que atender "afuera". Nuestro caso sería juzgado como un asunto particular entre sudamericanos y Chile tendría que soportar todo el peso en la lucha sin contar con otros pesos que se agregarían después, por un acuerdo tácito ya existente.
Creo, pues firmemente, que rara vez hemos enfrentado una hora más crítica y decisiva para nuestra soberanía. No lo decimos ligeramente sino después de un maduro examen. Los datos en que nos apoyamos son numerosos y de larga exposición. El lector deseoso de más referencias puede tomarlas en la sesión de la Cámara de Diputados de Chile (5-XII-44) donde el señor González Vilches hizo una exposición bastante completa. Lo que por ahora nos interesa poner en relieve es el hecho DE QUE NINGUN DIARIO COMENTO TAN EXTRAORDINARIAS NOTICIAS. Datos de primera importancia, expuestos en plena Cámara, sólo recibieron la reproducción oficial del texto, que eso por lo menos no podía ser silenciado. En otro país, se habría alzado la prensa y habrían publicado en primera página y en grandes caracteres aquello que representa lo más vital para un país: su propia seguridad. Chile está amenazado; directa y urgentemente amenazado, y la Prensa parece querer ocultarlo. ¿Cuál es la razón?
Fuente fotografía: Histamar |
Por otra parte, no ignoramos que en ciertos sectores de gente joven, dentro de nuestras instituciones, más indispensables para la seguridad exterior de Chile, se confunde la simpatía hacia la fuerza de un régimen (que en lo que toca a, disciplina podría ser una lección para Chile) CON EL PELIGRO INTERNACIONAL QUE ESE REGIMEN REPRESENTA PARA NUESTRA SOBERANIA. Son traidores inconscientes, torpes e inocentes "colaboracionistas" que están haciendo aún más crítica nuestra situación ya precaria. Podríamos decir que sólo nos falta un Laval en ciernes, si no supiéramos que ya tenemos uno; bien versado en "asuntos" argentinos pero que a Dios gracias se está dejando ver con más claridad de lo que debería aconsejarle la más elemental prudencia.
¿Y acaso no da pena ver un país tan hermoso como el nuestro, expuesto a recibir una puñalada por la espalda, guiada de buena fe por nuestras propias manos? Chile está en franca emergencia y desde ahora será preciso movilizar todos los recursos de la nación. ¿Será preciso salir a la calle para decirlo a los cuatro vientos? Porque, en verdad, tan avanzadas están las cosas que ya dejamos atrás la etapa diplomática. Seguir en ella sería un suicidio tipo Múnich. No es con buenas razones que puede oponerse resistencia a los aviones y a los tanques, ni es cantando:
Esas galas, oh Patria, esas flores
que tapizan tu suelo feraz
no las pisen jamás invasores
con sus sombras las cubra la paz.
Era tiempo de decir estas cosas, aunque pueda acarrearnos disgustos. Que por lo menos no se diga que no hubo ni una voz para prevenirlo claramente, con todas sus palabras.
El artículo precedente se publicó en 1945 en el libro "Nazismo en Argentina" de Silvano Santander.
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