U-Boat Argentina

Este blog tiene como objetivo describir hechos históricos. Bajo ningún concepto se tratan temas políticos. La aparición de cualquier imagen o fotografía relacionada a regímenes totalitarios es puramente ilustrativa y relacionada a temas históricos tocados en el sitio.

El Titanic en medio de las sierras

Llegué a La Falda casi sin querer. Un tema familiar me liga a esa pequeña ciudad desde hace poco tiempo, y creo que voy a frecuentar bastante seguido el hermoso valle de Punilla.

Recortado contra el fondo de las sierras de los comechingones se levanta desde hace más de cien años el famoso Hotel Edén. Cuando fue construido en 1897, por un par de alemanes entusiastas del clima y el paisaje, aquel lugar era un páramo salvaje y desolado. Hoy La Falda es una ciudad turística pujante, con avenidas y decenas de hoteles rebosantes de viajeros.

Pero el viejo Hotel Edén sigue allí en el fondo del pueblo, contra las montañas escarpadas y las nubes bajas de diciembre. Parece un antiguo barco de lujo encallado en el fondo del océano. Los portones que llegaban hasta las vías de ferrocarril hoy se retrajeron a un par de cientos de metros de las hermosas escaleras de mármol y de la vigilante mirada de los dos leones de piedra.

La historia de este viejo edificio es muy conocida en Argentina, inquebrantablemente unida a la de los Eichhorn, quienes fueron sus dueños en su época de mayor esplendor. 


Breve Historia

Brevemente podemos reseñar que Roberto Bahlcke compró las 900 hectáreas que componían la estancia La Falda en 1897. Ese mismo año comenzó la construcción, y el tren que desde hacía poco tiempo llegaba hasta Cruz del Eje se detuvo por vez primera en las cercanías de Huerta Grande. Para el mes de diciembre la señora María H. de Kraeutner, recién llegada de Alemania, se sumó a la naciente sociedad. Producto de los créditos contraídos para llevar adelante la costosa construcción, el famoso Ernesto Tornquist ingresó también en el negocio.

Dos plantas a todo lujo. Arquitectura itlalo francesa, salones amplios y engalanados con los materiales más suntuosos y cien cómodas habitaciones. 


Las puertas se abrieron al público en diciembre de 1898. Para 1905 las perdidas eran insoportables y la sociedad queda disuelta. María H. de Kraeutner, que había regresado a Alemania en 1902 acordó con Tornquist hacerse cargo del negocio. Roberto Bahlcke, el principal impulsor del proyecto, se retiró para siempre. Kraeutner logró levantar las hipotecas y hacer rentable el negocio. 

La historia del Eden siempre estuvo ligada a los alemanes. La Falda es un pueblo de origen alemán, producto del loteo de sus tierras. Pero la sombra del nazismo comenzó a vislumbrarse recién en 1912, aunque en ese año Hitler apenas vagara por las calles en busca de que comer.

En 1912 los hermanos Walter y Bruno Eichhorn adquirieron el hotel. María H. de Kraeutner, probablemente cansada y deseosa de retornar a Alemania, otorgó interesantes facilidades para la adquisición. Fue entonces, al año siguiente, cuando comenzó el loteo de las 900 hectáreas que formaban parte de la propiedad. Los Eichhorn, notando que las ganancias serían exiguas para afrontar las deudas, recurrieron inteligentemente a la venta de pequeñas fracciones de tierras. Los alemanes se destacaban entre los primeros compradores, y una parte de los ingresos fueron destinados a saldar las deudas contraídas con Kraeutner. Según datos de Juan Pablo de Toni, el primer boleto de compra venta fue firmado por Emilio Werner.


El estallido de la Primera Guerra Mundial trajo el alivio a los Eichhorn. La alta sociedad porteña ya no pudo viajar a Europa con motivo de dilatadas y costosas vacaciones. Los lujos, las comodidades y la agilidad del ferrocarril pusieron a La Falda en el centro de las preferencias. Las ganancias se dispararon. Los incómodos y primitivos automóviles, desbordantes de turistas que se apeaban en los precarios andenes, recorrían el sinuoso camino hasta el hotel y llegaban jadeantes hasta los portones de hierro forjado. La época dorada había comenzado.

Con la llegada del automóvil, en 1916 los Eichhorn abrieron los primeros kilómetros del camino del cuadrado, que aún existe sobre las sierras, y a través del cual se puede llegar hasta Río Ceballos sin dirigirse a Córdoba. 


Luego de la guerra llega el prestigio internacional. Políticos, miembros de la realeza y hasta el mismo Albert Einstein, en 1925, visitaron el palacio de los Eichhorn en La Falda. Excursiones en las sierras, cancha de golf, piscina, cacería de zorro y todo tipo de actividades eran las grandes atracciones del Hotel. Famosos artistas traídos desde Buenos Aires, como por ejemplo Berta Singerman, se presentaban bajo un enorme eucalipto, ya desaparecido, en el patio principal, donde en un coqueto teatrino daba un marco inigualable. 

Los Eichhorn fueron nazis desde los albores del movimiento. Sus viajes a Alemania les permitieron estar en contacto con Hitler desde las horas tempranas. Y fue Ida Eichhorn, la esposa de Walter, quien tomó la iniciativa de unirse al partido antes que su esposo y su cuñado. La inscripción de Ida (N° 105408) data del 1 de diciembre de 1928. Más de cuatro años antes de la llegada de Hitler a la Cancillería. Walter fue el siguiente (N° 112823) y Bruno finalmente se adhirió al NSDAP el 1 de febrero de 1932 (miembro N° 905215). Ida y Walter estaban casi entre los primeros cien mil miembros de un partido que multiplicaba exponencialmente sus afiliados cada año. Indudablemente se encontraban entre los primeros afiliados radicados en Argentina, ya que el Landesgruppe local no se formó hasta el año 1932.


Pero la relación de los Eichhorn con Hitler fue más cercana todavía de lo que sus números de afiliados al partido puden sugerir. El Führer jamás olvidó la ayuda financiera que los prósperos empresarios hoteleras enviaron a Alemania en la época de las duras luchas electorales.
Los Eichhorn poseían el ejemplar número 110 de la edición de lujo del Mein Kamps de 1925, de tan sólo 500 en total. Llevaba, de puño y letra, la dedicatoria personal del autor. También existe correspondencia entre Hitler y los Eichhorn, en la cual el dictador da muestras sobradas de agradecimiento por la ayuda enviada desde la lejana La Falda.
En 1937, cuan Ida y Walter cumplieron sus bodas de plata, Hitler envío personalmente sus saludos desde Alemania.


Para los años treinta, el pueblo de La Falda, podría decirse, era una obra completa de los Eichhorn. Entre sus numerosos habitantes de origen alemán, el pensamiento nacionalsocialista, impulsado inquebrantablemente por los dueños del hotel, era una realidad palpable en cada recodo de esa pintoresca villa, que para 1934 poseía ya municipio propio.




Publicidad del hotel en la revista de la UAG (Unión Alemana de Gremios), "El alemán en Argentina"

Dijimos que fue Ida Eichhorn la primera en afiliarse al partido. Aquellas adhesiones fueron realizadas en Alemania. En 1932, un puñado de entusiastas partidarios de Hitler formó la filial argentina del NSDAP. Documentos de la División de Investigaciones de la Policía Federal denotan que el encargado de las relaciones con el partido nazi local, con escritorios en Buenos Aires, era Bruno Eichhorn. Ida y Walter parecen haberse reservado siempre para las ligas mayores. Mientras estos últimos tomaban el té con Hitler en Berlín, en mayo de 1935, Bruno se mezclaba con los altos dirigentes del Landesgruppe Argentinien. De acuerdo a los documentos mencionados, Bruno pertenecía a la sección “Asuntos Exteriores”, siendo designado dentro de esa división como “jefe superior de territorios argentinos”. Si los nazis argentinos buscaban alguien bien conectado para los asuntos extranjeros, sin dudas uno de los Eichhorn era el indicado. Incluso, los investigadores argentinos creían que Bruno participaba también de un desordenado intento de formar un estado mayor del partido destinado a dirigir algunas secciones de asalto al mejor estilo de las milicias S.A.


Los discursos de Hitler eran captados, según se dice, por una antena de onda corta montada en la amplia terraza y reproducidos en varios puntos del hotel.

Los nazis locales pronto se dieron cuenta, especialmente en la segunda mitad de los años treinta, de que engrosar las filas del partido local era algo que les traería muchos problemas. La idea impartida desde Alemania era la de conquistar el pensamiento de la comunidad germana, incluidos los hijos nacidos en Argentina, y enrolar naturales argentinos en el partido sería algo embarazoso. El movimiento se mantuvo siempre entre los 1500 y 2000 miembros. Pero las organizaciones alternativas florecieron por doquier, siempre con nazis prominentes a la cabeza.
Tal era el caso de Albert L. Meincke, quien vivía en La Cumbre, a pocos kilómetros del hotel, y era en el encargado de organizar, según parece, una pequeña célula al estilo de las S.A. 

Algunos nazis importantes estaban radicados en Córdoba, como Martin Rost, Karl Roth o Wilhelm Georg Minuth, entre otros, pero ninguno tenía la notoriedad de los dueños del Hotel Edén. 

Durante la Segunda Guerra Mundial los Eichhorn no sufrieron grandes sobresaltos. Pero luego del desagradable desenlace, y el rumbo elegido por Argentina, el hotel les fue expropiado como propiedad enemiga. Cuando fue restituido por Perón en 1947, quien supo visitar postreramente el hotel, el matrimonio germano había perdido ya su impulso empresario. En 1948 vendieron el complejo a una misteriosa firma denominada “Tres K”, que según el escritor Jorge Camarasa era una fachada de Juan Duarte, hermano de Eva. 

El hotel fue rematado en 1953 por deudas acumuladas. Cerró definitivamente sus puertas en 1965. La época oscura había comenzado. En 1970 se intentó convertir parte del edificio en un casino. Las dañinas marcas que dejó ese proyecto trunco pueden hoy verse en la estructura del edificio. Son cicatrices imperfectas de una época nefasta. Los saqueos y destrozos de los años de abandono no perdonaron siquiera a los viejos equipos electrógenos, que aun pesando toneladas pudieron ser robados gracias al empleo de camiones que ingresaban al hotel sin que nadie osara detenerlos.








Cien años no son nada

En 1998 el municipio adquirió el predio en otro remate. Un empresario local, que explota comercialmente el lugar, lleva hoy adelante algo que no se parece mucho a una restauración, pero que al menos permitirá conservar en el tiempo lo que queda de la antigua gloria de aquellas épocas. Una tarea pesada y respetable, si repasamos la suerte corrida por el Hotel Ventana, por ejemplo. 



Las partes restauradas, como por ejemplo el salón principal, nada tienen que ver, especialmente en los materiales utilizados, con el aspecto que tenía el edificio antes de sufrir los robos y saqueos. El mobiliario exhibido rara vez coincide con el que supo equipar en su momento al Edén. Extraños objetos de la década del cincuenta y sesenta desconciertan a quienes recorren los pasillos de pisos de madera, gastados de tanto tránsito. Del águila imperial de la azotea ha quedado apenas el aura invisible de su presencia. Al eucalipto del anfiteatro se lo llevó una tormenta espantosa de las que no había en aquella época, y una extraña bodega mezclada con una tienda de suvenires termina de completar la escena. Lo mejor que puede comprarse allí, sin dudas, es un pequeño librito de tapa verde que reza en su portada “Edén Hotel. El nacimiento de un pueblo”. No lleva firma, pero en sus entrañas uno puede descubrir el nombre de Juan Pablo de Toni, uno de los recopiladores de la valiosa información que lleva impresa en sus páginas; parte de ella ha sido utilizada en este texto. Destaca entre las fuentes del cuadernillo un libro extraño, posiblemente inédito, llamado “La Falda. Una cultura alemana de 1935.” Tal vez la pluma de los Eichhorn pueda adivinarse en las citas que exudan nazismo y orgullo por el pueblo de La Falda. No pierdo la esperanza de encontrar algún ejemplar de ese raro texto durante alguna de mis próximas visitas al valle de Punilla.



En 2015 un equipo de History Channel visitó el hotel. En uno de esos documentales, que hacen más daño a la verdadera historia que lo que enseñan, se dijo haber encontrado túneles secretos y otras yerbas. Sin embargo, como pasa siempre con estas cosas, en la nada misma ha quedado todo. Pero no voy a referirme a todos esos mitos. Mitos que tienen una importancia pequeña para quienes estudian seriamente la historia, pero una muy grande para muchos de los cientos de personas que visitan el lugar a diario y que nutren sus conocimientos con esos dudosos documentales. 



Llegamos al final de la visita. Estoy retrasado del grupo porque me he quedado anonadado con un patio cubierto en la planta alta. Un cerramiento de gruesas vigas de hierro aún conserva todos sus paneles de vidrio y hasta el complicado mecanismo de poleas con el cual se podía abrir la cúpula. 
La guía de turismo del hotel, que por cierto es muy amable, simpática y profesional, tiene un conocimiento fantástico sobre la historia del todo el lugar. Nos ha hecho pasar un rato muy agradable y nos ha enseñado de todo un poco. Muestra orgullosa a los turistas una fotocopia de los famosos Archivos del FBI, que mencionan al hotel como posible lugar de paso de algún jerarca nazi escapado desde Europa. Lo que no saben los distraídos turistas es que esos archivos son informes de avistamientos. Avistamientos de Hitler reportados por ciudadanos comunes en cientos de países, ciudades y pueblos de todo el globo. El FBI los acumuló de mala gana en una carpeta que fue de a poco engrosando su lomo, como las de pie grande, enanitos verdes y quien sabe que otras cosas. De todas maneras, qué puede achacársele a la guía; al igual que muchos de los cientos de turistas que pasan por el hotel, repite una historia que leyó en un libro o vio en televisión.
   
Fuentes:
  • Visita al Hotel Edén.
  • “Edén Hotel. El nacimiento de un pueblo”. La Falda, 2007. ISBN: en trámite.
  • Archivos de División Investigaciones PFA
  • Nazy Party Membership Records. SUBMITTED BY THE WAR DEPARTMENT TO THE SUBCOMMITTEE ON WAR MOBILIZATION OF THE COMMITTEE ON MILITARY AFFAIRS. UNITED STATES SENATE. MARCH 1946
Otras fotografías:


























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