U-Boat Argentina

Este blog tiene como objetivo describir hechos históricos. Bajo ningún concepto se tratan temas políticos. La aparición de cualquier imagen o fotografía relacionada a regímenes totalitarios es puramente ilustrativa y relacionada a temas históricos tocados en el sitio.

A bordo del U-46

A bordo de un sumergible alemán. En 1941, una de las patrullas del U-46 fue filmada y proyectada en el noticiero de propaganda "Deutsche Wochenschau" (Nr. 579). El comandante era el Kptlt. Endrass, ex oficial del legendario U-47 de Günther Prien. 
En este video se pueden apreciar las imágenes de aquella patrulla, incluidos hundimientos, persecuciones y acciones de combate. En ese año, el U-46, con base a Saint Nazaire, realizó cuatro patrullas; en dos de ellos logró éxitos. No está claro si las imágenes corresponden a la patrulla del 15 de marzo o a la del 15 de mayo. 
Egelbert Endrass, quien participara del ataque a Scapa Flow junto a Prien, fue condecorado con la Cruz de Caballero.
En 1943, el U-46 (Tipo VII B), pasó a formar parte de la 26 Flotilla de entrenamiento y dejó el frente de combate para siempre. En mayo de 1945 fue hundido por su propia tripulación en Flensburg; tenía casi 100.000 toneladas en su haber.







Herbert Werner y su plan de huir en submarino a la Argentina

Herbert Werner fue un destacado oficial de la fuerza de sumergibles alemana en la Segunda Guerra Mundial. Se destacó como oficial de guardia en los submarinos U-557, U-612 y U-230. A partir de 1944 comandó sus propios botes, el U-415 y el U-953. Obtuvo las Cruces de Hierro de primera y segunda clase.

Werner

Werner tomó mucha fama luego de la guerra, ya que su libro de memorias, excelentemente narrado, tuvo una gran éxito entre los amantes de los lobos grises. "Ataúdes de acero", publicado en los años setenta, es sin dudas uno de los libros fundamentales sobre la guerra submarina. 

Sobre el final del libro, Werner describe las muy bien el ambiente de desesperación que comenzó a reinar entre los jóvenes oficiales de la Ubootewaffe en los días finales de la guerra. Como Otto Wermuth y Heinz Schaffer (U-530 y U-977 rendidos en Mar del Plata), y tal vez algún otro, Werner tenía un plan de huida a la Argentina que estuvo a pocas horas de ejecutar...

No había oro o jerarcas en huida. Había chicos deseosos de escapar de la tragedia, con el instrumento adecuado para ejecutar el plan de escape amarrado en un bunker. Además, resulta evidente, gracias a este relato, que los alemanes contaban con las cartas náuticas de las costas cercanas al Río de la Plata en sus bases de Noruega.

A continuación un extracto de las memorias de Werner, que cuentan esta historia:


    …Con súbita y terrible claridad, veía ahora que la guerra estaba perdida; aceptaba lo que veía e imaginaba que todos terminaríamos en un inmenso campo de prisioneros a merced de nuestros despiadados enemigos. Seríamos ultrajados y sometidos a un trato brutal y no habría forma de escapar excepto muriéndose de hambre. 

    Empero, había una forma de escapar al horror que nos envolvería, un camino para evitar la intolerable humillación. Allí, en el muelle, estaba mi barco. Cuando estuviera completamente equipado lo llevaría a América del Sur, a Uruguay, o tal vez a la Argentina. Súbitamente, escapar con el barco me pareció el único medio para sobrevivir a la catástrofe. ¡Qué afortunado que era al haber podido conservarlo para esa última tarea!

    Instantáneamente puse ese irresistible impulso en práctica y empecé a hacer planes. Envié a Hennecke en busca de las cartas necesarias sin comunicarle mis intenciones. Días enteros permanecí en mí habitación, inclinado sobre los mapas y estudiando rutas de escape. Sopesé y calculé mis posibilidades de llegar al Río de la Plata. Planeé reducir la tripulación a un esqueleto y llevar solamente a hombres seguros, de confianza y solteros, para reducir así el peligro de ser traicionado. Sabía que podía contar con la mayoría de mis tripulantes, pero no me sentía seguro sobre la inclusión de mis oficiales. El jefe había sido trasladado y uno nuevo, no familiarizado con la tripulación, sería una pesada carga. Lo mismo valía para el primer oficial y el alférez, ambos demasiado jóvenes para comprender la situación. En mi mente, elegí los pocos hombres claves que incluiría en mi conspiración. No más de unos pocos, porque estaba jugando un juego muy peligroso. No sólo estaría desafiando a la autoridad naval, sino a un fuerte grupo de fanáticos que abogaban por convertir a Noruega en una fortaleza y empezar una guerra propia en pos de alguna oscura victoria.


U-953

    El 7 de mayo fue un día en que la histeria reinó suprema sobre todos nosotros. Los noruegos celebraban ruidosamente su liberación. Tres marineros nuestros, que fueron encontrados borrachos en compañía de noruegos, fueron encadenados por Juergensen, el oficial comandante, quien planeó sombriamente una corte marcial como advertencia. Y finalmente, pero no por ello menos importante, los británicos desembarcaron en Kristiansand, despertando especulaciones sobre una captura inminente de nuestro recinto. En medio de ese ambiente nervioso, convencí a mi buen amigo Fred Schreiber que escapara conmigo a América del Sur. 

    Con renuencia, aceptó mi plan. Huiríamos con su nuevo y pequeño submarino y sus hombres; haríamos con schnorkel todo el trayecto hasta Trondheim, donde mi U-953, más grande, seguía esperando, y en él viajaríamos a la Argentina con una tripulación seleccionada. 

    (…) 

    Esa noche, cuando estábamos por poner en práctica nuestro plan, se ordenó a todo el mundo en la base que se presentara en el taller de reparaciones para un «espectáculo» preparado por el Kapitaen Juergensen y sus ayudantes. Fred y yo retrocedimos horrorizados cuando entramos en la plazoleta débilmente iluminada donde las tripulaciones de los submarinos habían formado una herradura humana frente a la blanca pared del taller. 

    Allí, suspendidos de un patíbulo improvisado, había tres grandes lazos corredizos. Abajo había una gran mesa, con tres altos banquillos alineados encima. Frente a la horca había un tosco banco, cubierto con una enorme bandera naval de guerra. Una linterna marina, ubicada sobre el paño rojo, lanzaba una luz fantasmal sobre un sable naval y un ejemplar de Mein Kampf, el libro de Hitler. Un pelotón de infantes de marina armados se ubicó detrás del escenario. Los oficiales de la base se movían de un lado a otro. El Leutnant Lange, joven Adjudant de Juergensen, gritaba órdenes frenéticas. 

    Mientras la multitud se revolvía inquieta, Juergensen empezó a hablar: 

    —Soldados, os he llamado para demostraros como evitaremos otro 1918. Daré un ejemplo con estos tres desertores… un ejemplo que infundirá miedo en los corazones de todos los que alienten tendencias revolucionarias. Protegeremos y alimentaremos los ideales que nos fueron infundidos por nuestro martirizado Führer. ¡Guardias, traed a esos hombres ante la justicia! 

    Lo que siguió fue una perfecta pesadilla hecha realidad. Los cautivos, con las manos atadas a la espalda, fueron traídos a la plaza. Momentáneamente quedaron paralizados por la vista de las horcas, pero en seguida se liberaron y empezaron a correr. Lange disparó repetidamente contra un hombre por la espalda. (…) 

    Mucho después de medianoche, dos suboficiales me ayudaron a meter los cadáveres en un bote de remos. Les aseguramos grandes pesos en cuellos y pies y remamos hasta el centro del fiordo. Tres zambullidas, y los marineros muertos recibieron por lo menos una sepultura de marinos. 

    La ejecución modificó completamente la decisión de Fred de zarpar esa noche… o cualquier otra noche…

    Los días siguientes el recinto permaneció en las garras de una calma mortal; la mayoría de los hombres estaban atónitos y enfermos de culpa por el asesinato organizado. La tragedia acabó con mis últimas y vacilantes esperanzas: cuando alemanes mataban a alemanes sin parpadear, no podía haber futuro para mí en mi patria ni misericordia en manos de los conquistadores. Sin embargo, con sorpresa de mi parte, los británicos ignoraron nuestros submarinos en la base y nada hicieron contra otros submarinos que cumplieron con la orden de entrar en el puerto inglés más cercano enarbolando una bandera negra en el periscopio extendido. Y mis temores se disiparon aún más cuando tuve mi primer contacto con un oficial británico.

Charla virtual vía Zoom: La historia del espionaje del Tercer Reich en Argentina

Estimados amigos. El sábado 10 de octubre de 17 a 19:30 hs. (hora de Buenos Aires) estaré dando una charla vía Zoom sobre el espionaje alemán en Argentina, antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Serán aproximadamente dos horas de conferencia, con exposición de material y fotografías, y media hora de preguntas.

El acceso a la reunión cuesta $200 ARS. Informes e inscripciones a julio.b.mutti@gmail.com




A 75 años del final de la Segunda Guerra Mundial

Prohibida su reproducción sin autorización del autor

Durante 2020 se ha conmemorado el setenta y cinco aniversario del Día de la Victoria en Europa, que alude a la derrota total del nazismo en mayo de 1945. El final oficial de la conflagración más grande y sangrienta de toda la historia fue el 2 de septiembre de 1945. Hoy se cumplen exactamente setenta y cinco años. Actos, días festivos, desfiles y grandes discursos resonarán en todo el mundo.­

A pesar de la gran importancia de esta fecha, en países como la Argentina, que no se vieron involucrados en forma directa en el conflicto desde un comienzo, estos aniversarios pasan algo desapercibidos. Década tras década, vamos perdiendo contacto con la insondable importancia que tuvo un guerra que cambió la historia de la humanidad para siempre, que afectó la vida cotidiana, económica y política de la nación y que dejó su marca indeleble en nuestra sociedad.­


En el colegio nos enseñan acerca de la importancia y la enorme escala que tuvo aquella guerra, del siniestro fenómeno del nazismo y del desenlace final. Pero no nos enseñan, lamentablemente, sobre las infinitas implicaciones que repercutieron en nuestro país durante y después de la guerra.­

La Segunda Guerra Mundial no solo se peleó en los campo de batalla; se peleó, y con enormes alcances, en política interna y exterior, diplomacia, espionaje, economía, etc. En mayor o menor medida, todo tuvo impacto en la vida de la República Argentina.­

Cuando comenzó la guerra, el 1 de septiembre de 1939, Argentina estaba inmersa en la esperanza de la reconstrucción de la credibilidad política. El presidente Roberto M. Ortiz había puesto punto final al fraude electoral y la democracia parecía renacer. Pero una enfermedad traicionera lo privó de seguir ejerciendo la presidencia. Pero Castillo, el vicepresidente olvidado que asumió en su lugar, no era Ortiz; y Enrique Ruiz Guiñazú, su ministro de Relaciones Exteriores, no era Cantilo, el ministro saliente del enfermo mandatario. Lo que hoy parece un simple juego de nombres no lo fue en ese entonces. La diabetes de Ortiz cambió el destino de la Argentina para siempre. Las políticas de neutralidad de cualquier costo de Ruiz Guiñazú y Castillo, que sin dudas hubieran sido diferentes con sus antecesores, la debilidad del gobierno, el crecimiento de las facciones nacionalistas del Ejército, el fraude electoral que había vuelto, entro otras cuestiones, nos llevaron hasta de junio 1943. La aparición de Patrón Costas, anglófilo reconocido, como el candidato a presidente del oficialismo, terminó de decretar el golpe de Estado de un ejército bastante tomado por las ideas totalitarias que imperaban en Europa.­

En apenas unos pocos meses, la guerra se trasladó hasta el patio trasero de Buenos Aires. Una espectacular batalla entre algunos cruceros ingleses y un moderno acorazado de bolsillo alemán se desarrolló frente a Punta del Este en diciembre de 1939. Todo el mundo estaba revolucionado y no se hablaba de otra cosa; más aún cuando el capitán alemán hundió su nave frente a Montevideo y escapó con casi todos sus hombres a Buenos Aires. El mundo entero hablaba de la Batalla del Río de la Plata

Pronto barcos llenos de argentinos cruzaron el Atlántico. Conocemos muchas historias de hijos de inmigrantes de las potencias aliadas, como por ejemplo la de los famosos aviadores argentinos de la Real Fuerza Aérea que se destacaron combatiendo a Hitler. Pero por cada historia de heroísmo y aventura existen docenas de otras tristes y olvidadas. También los Volkdeutsches, argentinos de habla germana, acudieron al llamado de la patria y tomaron las armas en la guerra de todas las guerras, viajando a veces de polizones en barcos españoles y portugueses para burlar el bloqueo aliado de las rutas atlánticas.­

La sociedad argentina en su mayoría era contraria a cualquier idea de totalitarismo. Más todavía lo fue después de indignarse al conocer que submarinos alemanes habían torpedeado, por error, según se supo, a barcos mercantes argentinos. Todavía estremecen los titulares de los principales diarios porteños del 21 de abril de 1942, contándole al país que un submarino había torpedeado al "Victoria" frente a Nueva York. Y qué decir de cuando el "Río Tercero" se fue a pique no muy lejos de allí, ultimado por el U-202 ¿Otro error? Lo cierto es que esta vez había costado la vida a cinco jóvenes marineros argentinos.­

Cuando Brasil declaró la guerra al Eje, en agosto de 1942, Argentina pasó a ser el centro neurálgico del espionaje alemán en Sudamérica. El último puente de la Alemania nazi con Occidente. Desde ese momento, la realidad pareció superar a la ficción: Desembarcos clandestinos en Mar del Plata, tráfico de divisas y drogas en el mercado negro, cacería de agentes, estancias secreta, contrabando de materiales escasos hacia Alemania, influencias políticas y económicas y una red clandestina de radiotelegrafía tan extendida por el país que llegó a ser la más grande fuera del Reich o los países ocupados.­

La Argentina era un campo de batalla donde espías aliados y del Eje peleaban una batalla formidable a invertían enormes sumas de dinero; una batalla que solo cesó con la postrera y casi ridícula declaración de guerra argentina, dos meses antes del final. Solo en un país como en Argentina, donde se dejó actuar a ciertos elementos del nazismo, esto pudo ser posible.­

El 2 de septiembre de 1945, a bordo del USS Missuori, anclado en la Bahía de Tokio, tuvo lugar la rendición formal de Japón. Pocas semanas antes, la guerra había puesto a la Argentina en boca de todo el mundo de nuevo. Con Alemania ya vencida, en julio y agosto de 1945, dos submarinos alemanes aparecieron en Mar del Plata sin previo aviso. Escapaban de la derrota y de la humillación, y, sin saberlo, traían a bordo a unos de los mitos más mentados del final de la guerra.­

Mientras el mundo conocía el horror de los campos de exterminio nazis, en los años siguientes Argentina permitió que entre los miles de nuevos inmigrantes alemanes llegaran alrededor de doscientos cincuenta criminales de guerra nazis que habían cometido crímenes indecibles, especialmente contra los judíos. No solo permitió su ingreso, sino que muchas veces los protegió, les dio empleo y les permitió vivir con su propio nombre. Adolf Eichmann fue el más famoso de ellos, pero hubo muchos otros; parte de un oscuro pasado de nuestro país, que nunca fue debidamente explicado por los responsables.­

El mito de los barcos mercantes argentinos y los submarinos alemanes

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Hace tiempo que se especula con la posibilidad de que barcos mercantes de bandera argentina, durante la Segunda Guerra Mundial, ayudaron o de alguna manera reabastecieron a submarinos alemanes que operaban en el Atlántico Sur. Más allá de las innumerables historias, nada se ha podido comprobar al respecto, y a esta altura de los hechos, es muy probable que todo se trate de otro mito. 

En el pasado se ha comprobado que mercantes de bandera alemana lograron romper los bloqueos de los puertos sudamericanos y proveer de esa manera a corsarios alemanes de superficie (cruceros auxiliares) con productos sudamericanos. Hay al menos dos casos comprobados. Sin embargo, nunca se ha comprobado que un mercante de bandera argentina hubiera realizado tal maniobra. 

A finales de la década de los noventa, el contradictorio informe CEANA (Comisión para el esclarecimiento de las actividades nazis en Argentina), realizado por el profesor Ronald Newton para el Gobierno Argentino, trajo a la superficie un hecho acontecido “a finales de agosto de 1942 

Volvamos por un momento al origen de la noticia. Mencionamos que este episodio, el del supuesto submarino siendo reabastecido por un mercante argentino en las cercanías de Santa Catarina, sur de Brasil, fue sacado a la luz por Ronald Newton en el informe CEANA, gracias a documentos desclasificados de la Embajada de EE.UU. en Buenos Aires. Pero al parecer, esos documentos estaban bastante equivocados. El episodio existió, aparentemente, pero los datos dados por Newton, a la vista de documentos desclasificados por el MRE argentino, son algo errados. 

U-507, U-boot que sembró el terror en las costas de Brasil
U-507, sembró el terror en Brasil
En el mencionado archivo argentino hay varias cajas del año 1942 que relatan mucho más detalladamente lo sucedido. El marcante “Santa Cruz”, tal como lo cita Newton, ni siquiera fue mencionado o tenido en cuenta en la denuncia que hizo el gobierno brasileño al argentino. Es decir que ni siquiera formaba parte de los buques que cubrían esas rutas ¿De dónde sacó Newton o los estadounidenses ese nombre es un enigma? 

Los buques mercantes argentinos denunciados por los brasileños, de haber estado en contacto o en cercanía de U-boots alemanes fueron dos: el “Favorita” y el “Dublin”. Ambos habitualmente presentes en las rutas comerciales entre puertos argentinos y brasileños. El primero fue acusado directamente de abastecer a un submarino, mientras que el segundo fue denunciado por no haber enarbolado su pabellón sino hasta la tercera pasada rasante de un avión de combate del Brasil. 

La primera denuncia del hecho fue realizada ante el cónsul argentino en Porto Alegre, mediante el interventor militar de esa ciudad sureña. Lo importante es que claramente ubica el incidente en la mañana del 23 de agosto de 1942, entre las 7 y las 8 horas. El mismo día de la reunión entre el cónsul y el interventor. Es un dato, el de la fecha exacta, a tener en cuenta. Se dijo que el hecho tuvo lugar entre Laguna Y Florianópolis, y que la identificación de los barcos fue reiterada e inequívoca. 

Como un cónsul y un interventor militar no tenían el rango suficiente para abordar este asunto, pronto se convirtió en una denuncia formar de Brasil ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina. 

Cómo lo brasileños tomaron este asunto tan seriamente lo demuestra la prohibición de partir desde Río de Janeiro que sufrieron los vapores argentinos “Norte” de la armadora Mihanovich y “Río Primero”, de la Flota del Estado. ¿Los brasileños temían que esas naves argentinas asistieran a sus nuevos enemigos? Eso parece. Solo lograron partir con mucha demora y gracias a las seguridades otorgadas por el cónsul argentino ante el ministro de relaciones exteriores local. (Según menciona el telegrama cifrado 1099). Es necesario destacar que en las conversaciones entre ambos, el Ministro brasileño, Osvaldo Aranha dijo que “estaba probado” que el buque “Favorita” estuvo apareado a un submarino, y que de buena fuente él sabía que su tripulación estaba compuesta por marinos alemanes, italianos, españoles y solo algún argentino. (Telegrama cifrado 1099) 

Expedientes que narran esta historia
Muy diligentemente, el día 31 de agosto, el Ministerio de Marina, a cargo de Mario Fincati, estaba listo para presentar un muy detalladísimo informe para exculpar cualquier a cualquier nave que enarbolara el pabellón argentino de tamañas acusaciones. 

El informe completo que aún se conserva en el archivo del MRE es muy extenso y es muy certero en deslindar responsabilidades. Entre los busques investigados, es decir los que hacían esas rutas para finales de agosto de1942 se hallaban los siguientes:

(El artículo continúa debajo del cuadro siguiente)




Vapore: "FAVORITA CLARA I"

(m.320 )

460 tn.

Vel. 7 n. consume carbón

7 n.

Consume carbón

II "FAVORITA D.SANITIAGO"

(m.318 )

498 tn.

"

7 n.

"

I, "FAVORITA SANTOS COSME Y DAMIAN"

(m.319 )

490 tn.

"

8,5 n.

"

"NOVILLO"

(m.3125)

682 tn.

"

8 n.

Fuel Oil

"SARANDI"

(m.2821)

810 tn.

"

8 n.

"

"CURUPAITY"

(m.3391)

498 tn.

"

10 n.

"

"OESTE"

(m.819 )

1228 tn.

"

8 n.

"

"DUBLIN"

(m. 635)

7u9 tn.

"

9 n.

"

"NORTE"

(m.2489)

3681 tn.

"

10 n.

"

"TORO"

(m. 820)

1228 tn.

"

8 n.

"

b/motor "QUEQUEN"

(m .2100)

35u tn.

"

8 n.

Diesel oil

"RIO NEGRO"

(m.1593)

467 tn.

"

8 n.

"

"BARILOCHE"

(m.1820)

477 tn.

"

8 n.

"




De listado anterior se pude descartar muy rápidamente a los buques que estaban anclados en puertos brasileños para la fecha del incidente. Ellos eran: “Toro”, “Oeste”, “Norte, “Quequén”, “Bariloche” y “Río Negro”. 

De los barcos restantes, el Ministerio de Marina abrió una investigación tan rápida como detallada. Sin embargo, todos los que se encontraban en el mar en el momento de los hechos descriptos por los aviadores brasileños fueron absueltos de tales acusaciones, principalmente debido a las fechas concretas de partida y a sus velocidades máximas posibles. Es decir que se concluyó que era imposible que cualquier barco argentino estuviera involucrado; y así, los aviadores brasileños fueron tomados por locos… 

Pero hay algo que no cierra con respecto al “Favorita Santos Cosme y Damián”, un pequeño mercante de 490 toneladas, que por esas cosas del destino el viejo “Kurt”, construido en los astilleros alemanes de Tecklenborg A.G. en Gestemünde. 

La denuncia efectuado por Brasil ante la Cancillería de Argentina habla de un hecho acontecido la mañana del 23 de agosto de 1942. En su carta reservada del 25 de agosto, el cónsul argentino le dice al ministro Ruiz Guiñazú: “El domingo 23 del corriente fui invitado por el citado mandatario (interventor federal de Porto Alegre, general Osvaldo Cordeiro de Farías)… Me hizo saber que ese día, aviones encargados de la vigilancia de la costa, habían localizado un submarino entre los puertos de Laguna y Florianópolis que iba acompañado de un vapor de bandera argentina. La identificación del navío fue hecha varias veces, una de ellas por el jefe de la Base Aeronaval de Florianópolis. Se indicó que el buque navegaba en dirección sur rumbo 210° a las 7 horas y 25 minutos (…) encontrándose el submarino a cinco millas del vapor.” 

Nótese claramente la mención a la mañana del 23 de agosto con fecha del hecho. 

El 31 de agosto de 1942 llegó el informe “secreto” del Ministerio de Marina Argentino, E.I.L. N°113 “S”, que concluyó lo que ya mencionamos; que por velocidad y fecha de partida era imposible que alguno de los barcos argentinos sospechosos hubiera estado en el lugar indicado a la hora señala. Sobre el “Favorita Santos Cosme y Damián” se dice: “…Salió de Santos el 22 de agosto a las 0830 horas. Siendo su velocidad de 8.5 nudos le hubiera sido imposible 9 ½ horas para llegar al punto mencionado en la denuncia (27° 30´ S y 48° 20´O) y en consecuencia recién podría pasar por sus proximidades a las 1800 horas… Como este buque ha llegado al puerto de Buenos Aires, el sumario que se instruye comprueba que el día 22 a las 1100 horas fondeó en Punta Paz, esperando mejoría del tiempo y recién levó anclas el día 23 de agosto a las 0600 horas.” 

Pero el informe del ministerio argentino habla de un evento producido la mañana del 22 de agosto, mientras que la nota de cónsul es clara en fechar el suceso la mañana del 23. Si el “Favorita Santos Cosme y Damián” salió de Santos el 22 por la mañana llegó antes de la mañana del 23 a la zona del avistamiento. ¿Por eso fondeó en Punta Paz hasta las 6 de la mañana del día 23? ¿Por qué dos horas más tarde se encontraría con un submarino alemán? 

Todo coincide: el nombre del vapor argentino identificado por los aviadores brasileños, la fecha y la hora del suceso informado por el general Osvaldo Cordeiro de Farías y la porción de océano Atlántico… El carguero pertenecía en esos a la naviera Viuda de Santiago Ferrando. Si el encuentro frente a Florianópolis realmente tuvo lugar, las responsabilidades del gobierno argentino o la naviera deben ser descartadas. Pero quien sabe; una tripulación fácil de sobornar o algún oficial mercante germano pudieron haber influenciado para que se produjeran tales circunstancias.

Casco del Favorito hundido en el Río Paraná (Jorge Alberto Bértoli)


Greyhound ¡Rescatando al soldado Tom Hanks!

Como todos los amantes de los submarinos alemanes y de las buenas historias de la Segunda Guerra Mundial, esperé con gran expectativa el estreno de la película Greyhound, protagonizada por Tom Hanks. Luego de leer algunas de las primeras críticas sobre ella, sinceramente temí que realmente se tratara de una mala película.

En la imagen promocional se ve un U-boot con Snorchel, lo que no existía en 1942
El Snorchell que se ve
en la imagen es un error
para 1942

Para quien no lo sepa, Greyhaund sigue casi al pie de la letra la historia del libro en la que está basada, “El buen pastor”, del prolífico C.S. Forester (1955). Recomiendo muy especialmente leer el libro, ya que acentúa las cosas buenas de la película y hace desaparecer las no tan buenas. (CLICK aquí)

Greyhound puede ser una mala película, como muchos afirman, pero en líneas generales es una muy buena representación de la Batalla del Atlántico, especialmente de la cruel lucha en los convoyes producida en el año 1942, el primero de EE.UU. en la guerra.

Especialmente quiero destacar la muy buena representación del estado de casi desprotección en que los grandes y valiosos convoyes se lanzaban a cruzar el Atlántico en 1942. Iban apenas protegidos por insuficientes destructores y corbetas antiguas, con tripulaciones inexpertas y sin cubierta aérea en gran parte del trayecto.

Las escenas dramáticas de ataques nocturnos en superficie, por parte de los submarinos, están bien representadas, ya que esa era la modalidad preponderante en ese año a pesar de la introducción del radar.

Tanto los destructores como los submarinos hacen en la película maniobras y ataques “esperables”, lo que no es poco, ya que en películas más valoradas por el público, como U-571, los sumergibles realizan acciones imposibles para esa época.

Los ataques con cargas de profundad, con sus patrones (de 3 y 4), están muy bien representados, lo mismo que la carga simple cuando solo les quedan 6 tambores.

La búsqueda de pruebas de éxito, como el combustible en superficie, es típica de la época y necesaria para poder acreditarse un hundimiento. El radar y el sonar están muy bien logrados, con sus defectos e interferencias típicos de 1942, lo mismo que los cursos y distancias de los objetivos. Al comienzo de la película creo que exageración en los nudos del destructor, cosa que no pasa en el libro. 

El primer combate de día en superficie es muy real, y aparece el submarino accionando las armas de cubierta. Lo único que le criticaría a esta escena es que ninguno de los dos destructores, al encontrar de repente al sumergible en superficie, que sale debido a una avería luego del ataque de cargas, haya intentado embestirlo, lo que era una modalidad de ataque casi habitual en estos casos de contacto cercano.

Insignias exageradas en las imágenes por ordenador

Pero también hay cuestiones mal representadas o logradas, y no me refiero a las torretas de los submarinos exageradamente decoradas o a su pintura casi perfecta luego de semanas en el mar. En este sentido, lo que más me molestó de la película fue la ausencia de tripulantes alemanes en el puente cada vez que un submarino salía a la superficie. De hecho, en la realidad, cada vez que un lobo gris salía a superficie, apenas la torreta asomaba sobre el agua un oficial, generalmente el comandante, estaba abriendo la escotilla y saliendo afuera. El submarino quedaría totalmente ciego de otra forma, y también sordo, ya que al arrancar los diesel quedaban casi inutilizados los dispositivos de audio. En la escena de la primera media hora, donde el Greyhound persigue un U-boot en superficie a través del convoy, es increíble que el submarino dispare torpedos en superficie con el puente vacío.  Es como si el director quisiera transformar a los submarinos en aparatos deshumanizados.

El alemán hablando en el circuito del TBS es otro despropósito.

El combate del final de la película, que no existe en el libro y es un agregado total del director, casi que arruina muchas de las cosas buenas que dijimos hasta acá. En primer lugar, era muy extraño que un submarino desperdiciara siquiera un torpedo en un destructor de escolta.  El bajo calado, los escasos torpedos, y la dificultas de atacar a una nave rápida y maniobrable eran determinantes. Si no estaba estacionado o iba recto a una velocidad muy baja era un caso perdido. Además, jamás un sumergible alemán hubiera dirigido un ataque deliberado a un escolta por su propia decisión: su objetivo eran los mercantes, y escapar de las escoltas. Si se daba era por una cuestión casi de casualidad.

Imagino que los polacos no estarán muy contentos de que le hayan cambiado las nacionalidad al "Viktor". Al Greyhound solo le cambiaron el nombre (USS Keeling) con respecto al libro. Pero de todas formas este tampoco existió en la vida real.

Trailer:


¡Hundan al Bismarck!

Llevo un tiempo diciendo que las viejas películas del siglo pasado representan, muchas veces, la historia de la Segunda Guerra Mundial mejor que las modernas. 

No dejen de ver esta muy buena película rodada en 1960 por la 20th Century Fox. Dirigida por Lewis Gilbert, que recorre las peripecias de la inteligencia británica para dar con el enorme acorazado alemán en el Mar del Norte. Representa fielmente la batalla en la que el acorazado Hood vuela por los aires en un instante, y también el final del gigante de acero propiciado por un suertudo torpedo lanzado desde un endeble biplano Swordfish del portaaviones HMS Ark Royal. 

Para la época en que fue filmada los efectos son más que aceptables. Lütjens es representado de forma, tal vez, demasiado bondadosa, mientras que la escena de la destrucción del barco es demasiado expedita. 

Si no tienes ganas de ver la película puedes descargarte el libro de 1959 de C.S. Forester en el que se basó, publicado con el mismo título, Hundan al Bismarck!, aunque también puede encontrarse como "Los últimos nueve días del Bismarck". Lo recomiendo, también lo he leído y es un relato emocionante que se lee de un tirón. Dejo el link de descarga debajo:

Enlace de descarga en castellano
Volviendo a la vieja película, si hablan algo de inglés es preferible ver la versión de Youtube en ese idioma, ya que la calidad de la imagen es muy superior. El link corresponde a la versión en inglés, pero no tardarán en hallar la versión en español si así lo prefieren.


Película completa en inglés en la mejor calidad de imagen:










La gran batalla aeronaval de la Segunda Guerra Mundial

Siempre me ha interesado más la guerra en Europa que la guerra del Pacífico. Sin embargo, por alguna razón, durante el largo confinamiento, que lleva ya más de 60 días, me he dedicado a estudiar a fondo las batallas entre la Armada japonesa y la de Estados Unidos. Tal vez sea el resultado de haber visto la nueva película sobre la batalla estrenada en 2019, la cual recomiendo fuertemente. 

DESCARGAR
 el libro en español
Llevo más de dos meses consumiendo libro tras libro sobre la campaña del Pacífico. Hay muchos trabajos antiguos: Podemos encontrar las magníficas campañas de submarinos americanos, no tan famosos como los lobos grises alemanes, las diferentes operaciones de la Flota Combinada japonesa y, por supuesto, la Batalla de Midway, entre otros. 

En el pasado he mencionado en este blog que la Batalla de Jutlandia fue la más importante de ambas guerras. Ahora podría decir que la Batalla de Midway ha sido la más importante y espectacular batalla naval (aeronaval en este caso) de la Segunda Guerra Mundial. Pero un libro en particular, “Midway, la batalla que condenó a Japón”, de Mitsuo Fuchida y Masatake Okumiya, debe ser considerado como una obra maestra y una pieza de historia pocas veces vista. Fuchida fue el piloto de bombarderos que dirigió el ataque a Peral Harbor, y que además estuvo a bordo del portaaviones insignia de la Fuerza Nagumo, el Akagi, durante la gran batalla de 1942. Masatake también fue piloto y formó parte de la batalla como oficial de Estado Mayor. 

El libro de Fuchida y Masatake, publicado a principio de los años cincuenta, no solo es una fuente documental de primer nivel, sino que por su excelente narración y orden cronológico logra que sea adictivo y atrapante para el lector. 


Luego de leer este libro el lector tendrá muy claro no solo los motivos por los cuales Japón sufrió esta aplastante derrota a manos de fuerzas inferiores, producto de una serie de eventos encadenados, malas decisiones y detalles desafortunados, algunos de ellos que parecen simples cuestiones operativas, sino que además también podrá descubrir anécdotas individuales notables, como lo fue el vuelo final y heroico del capitán Tomonaga durante la última y legendaria carga del Hiryu, el último portaaviones japonés hundido en la batalla.