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Este blog tiene como objetivo describir hechos históricos. Bajo ningún concepto se tratan temas políticos. La aparición de cualquier imagen o fotografía relacionada a regímenes totalitarios es puramente ilustrativa y relacionada a temas históricos tocados en el sitio.

La odisea del “Perla”

Con esta historia vamos a inaugurar una nueva sección en el blog, la de los submarinos italianos en la Segunda Guerra Mundial. Los “sommergibili” siempre fueron bastante menospreciados por la historia, sin embargo existen algunos libros de autores y veteranos de guerra italianos publicados entre los años 50 y 60 que relatan algunas hazañas que son más que dignas de mención. Me he embarcado en el proceso de lectura de estos libros en los últimos días, los cuales mencionaré oportunamente.

La historia del “Perla”, un pequeño submarino costero italiano al que la guerra sorprendió en la colonia de Eritrea, está relatada en el libro “Los hombres de Betasom” de Giulio Raiola, publicado en los años 60.

Perla
Imaginen por un momento estar a bordo de un embarcación de 5 metros de manga y apenas 60 de eslora en medio de uno de los tifones asesino en el Océano Índico, o atravesando el traicionero Cabo de Buena Esperanza, arrastrado hacia la costa por una tormenta de proporciones titánicas.

En la primavera de 1939, junto con el “Gemma”, el “Perla” había realizado una misión de entrenamiento en el Océano Índico, para evaluar el comportamiento de la embarcación en esas aguas durante el período monzónico. El informe de la misión no fue alentador: dificultad para mantener el mar (fuerza 9) e incapacidad para usar armas en la superficie; pero, sobre todo el peligro del cloruro de metilo, un gas tóxico inodoro e incoloro, utilizado en el sistema de climatización.

Cuando Italia entró en la guerra, el 10 de junio de 1940, el “Perla” estaba amarrado en Massawa, Eritrea, junto al “Archimede”, el “Ferraris”, el “Galilei”, el “Galvani”, el “Gugliemotti”, el “Macallé” y el “Torricelli”.

La primera misión de guerra del “Perla” fue un desastre. El 19 de junio de 1940, al mando del capitán de corbeta Mario Pouchin se dirigió al Golfo de Tagiura, un lugar apto para sus cualidades costeras. Pero el cloruro de metilo causó estragos, varios se intoxicaron y un marinero murió. En la ruta de regreso fue atacado por la balandra inglesa "Shoreham", pero milagrosamente logró sobrevivir encallando en Ras Cosar, doce millas al sur de Shab Shak.

El día 27 llegó una formación naval enemiga, formada por el crucero neozelandés “Leander” y los destructores británicos “Kingston” y “Kandahar”, que inmediatamente iniciaron un intenso cañoneo. El “Perla” reaccionó con su cañón, hasta que se atascó. Entonces el comandante, para no exponer a la tripulación a una muerte segura, ordenó que abandonaran el barco.

El marinero electricista Arduino Forgiarini se negó a dejar al comandante solo, pero poco después fue alcanzado por completo por una salva y murió. Le fue otorgada póstumamente la Medalla de Oro al Valor Militar. El segundo oficial, teniente Renzo Simoncini, que había sido transportado a tierra gravemente intoxicado, sintiendo que se acercaba el final, se arrastró a bordo sin ser visto y murió abrazado al asta de la bandera italiana. Otros 13 hombres murieron ese día.

Ocho bombarderos "S.81" del A.O.I. obligaron a los barcos a desistir del ataque. Llevado a remolque, el 20 de julio el “Perla” regresó a Massawa, donde se sometió a reparaciones básicas debido el modesto potencial de la base africana.

En enero de 1941, cuando comenzó a surgir la necesidad de evacuar Massawa bajo la presión de los británicos, italianos y alemanes decidieron transladar a los cuatro submarinos que quedaban en Massawa a Betasom, la base italiana de submarinos en el norte de Francia. Esta misión no era tan crítica para los otros tres submarinos, “Archimede”, “Ferrari” y “Gluglielmotti”, ya que eran naves oceánicas y estaban en buen estado. Pero el “Perla” era un submarino costero en malas condiciones que debía abastecerse dos veces y atravesar zonas donde el mar lo sometería a terribles condiciones climáticas que no podría superar escondiéndose en puertos neutrales.

La odisea de 13.000 millas sin escalas

Así, relevado de todo lo que no era imprescindible (incluidos los torpedos de reserva) y privado de parte de la tripulación para dejar espacio para alimentos y combustible, con la orden de abstenerse de cualquier acción bélica, el 1 de marzo de 1941, al mando del teniente Bruno Napp, el “Perla” dejó Massawa para siempre.

Los terrores del mar que debieron enfrentar estos valientes marineros italianos solo puede ser expresado por las palabras de su comandante, quien incluso en más de una oportunidad debió invertir su rumbo ya que el pequeño barco no era capaz de tomar las enormes olas de frente: “Pasadas las 19:00 el viento se calmó repentinamente e inmediatamente después, alrededor de las 20:00, se levantó casi instantáneamente un viento muy fuerte del sur, que en poco tiempo causó una marejada enorme. Así que me dirigí más cerca de las costas de Madagascar esperando encontrarme un poco reparado allí. El día 18 el viento y el mar siguieron aumentando, hasta que adquirieron la violencia de una tormenta. A las 12:00 horas, encontrando dificultades para mantener la proa hacia el mar, que levantaba olas muy altas que volcaban con extrema violencia sobre el barc,o y con el barómetro en descenso, decidí invertir la ruta para tomar el mar en la popa.”

Para colmo, los marinos italianos debieron enfrentar los tifones con un solo motor Fiat para ahorrar combustible: “Por la tarde el mar estaba montañoso y cruzado. Las olas eran largas y no rompían. A las 22:00 horas del día 19, decidí poner el segundo motor también en movimiento para alejarme decididamente hacia el sur. El mar siempre estuvo muy espeso hasta que atravesé el extremo sureste de Madagascar, donde pasé a las 14:20 horas del día 20. Desde este punto me acerqué para dirigirme al punto A... a las 05:00 del día 25 llegué a punto A.”

Allí Napp, luego de un gran esfuerzo porque sus instrucciones no eran precisas, logró encontrar al legendario corsario alemán “Atlantis” al mando del no menos legendario capitán Rogge. Habiendo rechazado, dada la existencia de órdenes muy específicas para él, la loca y típicamente "corsaria" idea de Rogge de actuar juntos a lo largo de las costas de África, Napp reanudó su navegación solitaria, rumbo al Cabo de Buena Esperanza.

El "Perla" encontró otra tormenta en este tramo de océano que lo sacudió violentamente durante varios días, del 4 al 6 de abril, obligándolo a realizar un nuevo desvío para navegar con el mar en la popa. Pero los italianos lograron gracias a su valentía y gran pericia pasar el siempre agitado Cabo de Buena Esperanza; Napp se dirigió hacia el punto del Océano Atlántico donde lo esperaba el segundo buque proveedor: era el "Northmark", otro corsario alemán.

A diferencia de otros submarinos en el Mar Rojo, el “Perla” pasó al este de las Azores, escribió Raiola en su libro. En la zona norte de estas islas pasó a un vapor a poca distancia, pero, como le habían ordenado, Napp no lo atacó; se zambulló y continuó hasta la desembocadura del Gironda, a donde llegó sin novedades y se encontró con la escolta. El breve informe de Napp concluye de la siguiente manera: “Embarqué el práctico y continué hacia Burdeos donde llegué a las 14:45 horas amarrando en el muelle de la estación de submarinos.”

Para 1942, el “Perla” había pasado en Estrecho de Gibraltar y estaba operando en el Mediterráneo al mando del teniente Ventura. Luego de asumir el mando el teniente Celeste, comenzó a operar en las inmediaciones de las costas de Grecia. El 9 de julio fue sorprendido cerca de Beirut por la corbeta británica “Hyacinth” que lo bombardeó y obligó a emerger. Así, el “Perla” sobrevivió a la guerra y siguió sirviendo por varios años más en la Marina de Grecia, que con el nombre de “Matrozos” lo mantuvo en servicio hasta 1954.





Fuentes: “Los hombres de Betasom”, Giulio Raiola, 1966.

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