U-Boat Argentina

Este blog tiene como objetivo describir hechos históricos. Bajo ningún concepto se tratan temas políticos. La aparición de cualquier imagen o fotografía relacionada a regímenes totalitarios es puramente ilustrativa y relacionada a temas históricos tocados en el sitio.

A 80 años de la Noche de los cristales rotos

En diciembre de 2016 tuve la suerte de entrevistar largamente a la única hija viva del ex embajador Eduardo Labougle. Este diplomático de carrera fue el representante argentino ante el gobierno de Hitler desde su irrupción en la Cancillería hasta el año 1939.
Los Labougle ocupaban un lujoso edificio en una de las zonas más exclusivas de Berlín, el Palacio Staudt, en la Tiergartenstrasse 9. Sobre este impresionante edificio donando por la familia homónima a la República Argentina, y del que casi no se conocen fotografías, hablaré extensamente en mi próximo libro.
Delia Labougle y sus hermanas ocupaban una de las habitaciones de la planta superior de la suntuosa propiedad. Ya que las ventanas daban a la calle, no era extraño despertarse en medio de la noche con el estrépito de los grupos de tares de la Gestapo. Sin embargo, aquella madrugada del 10 de noviembre de 1938 fue el pináculo del horror.


Antecedentes:
El año 1938 fue quizás el momento en que se hizo realmente insoportable para un judío permanecer dentro de las fronteras del Reich. Las leyes antisemitas, sobre las cuales Labougle había informado largamente a Buenos Aires, estaban vigentes desde hacía dos años y medio.
Pero en 1938 los nazis fueron aún más allá, decidieron avanzar resueltamente contra todos los bienes que los judíos poseían en Alemania. El 9 de mayo de ese año, el mariscal Göring, jefe del plan económico denominado “Plan Cuatrienal”, entre otras funciones, ordenó la promulgación de ciertas leyes que estaban orientadas al total empobrecimiento de la población judía en Alemania. Aquellas normas obligan a los judíos alemanes a hacer la declaración de sus bienes tanto dentro como fuera del país.” Los nazis buscaban evitar, de esa manera, toda contravención posible para escapar a la ley que prohibía a todo judío hacer uso de sus bienes sin previa autorización del gobierno. El capital judío no sólo sería puesto bajo inventario, sino que sería invertido nuevamente.
No es necesario remarcar que la campaña antisemita en Alemania recrudeció severamente en ese momento, así como también lo hizo la resistencia de las potencias occidentales a tolerar aquellas horribles medidas. Algunos países boicoteaban a los productos del Reich. Por su parte, la prensa escrita estadounidense comenzó a golpear duramente al gobierno de Hitler.
Hitler y el embajador argentino Labougle
El detonante:
El 7 de noviembre de 1938 se produjo un hecho que marcaría de manera indeleble la vida de miles de judíos que residían dentro de las fronteras de Alemania. Ernst von Rath, tercer secretario de la Embajada de Alemania en París, fue asesinado de un disparo por un joven judío polaco de origen alemán llamado Herschel Grynszpan. Las horribles represalias de los nazis contra la población israelita del Reich no se hicieron esperar.

Estalla el horror:
La fría noche del 9 al 10 de noviembre se desató una tempestad de fuego y furia antisemita por toda Alemania. El asesinato de Rath dio a los nazis la excusa que estaban aguardando para desencadenar un pogromo surgido del mismo infiero. Mientras las hijas del embajador Labougle eran despertados por los gritos, las explosiones y los cristales rotos en medio de la madrugada. “Kristallnacht”, noche de los cristales rotos, es el nombre con que se recuerda aquella noche infame en los anales de la historia. 
No se sabe con exactitud, pero se cree que al menos noventa y un judíos fueron muertos, otros veinte mil encarcelados en campos de concentración y miles de propiedades, sinagogas y comercios israelitas fueron incendiados. Todo bajo la tácita aprobación de Hitler y sus secuaces más oscuros.

Argentinos en la tormenta:
Desde la puesta en vigencia de las leyes del año 1938, se había levantado una ola de israelitas alemanes naturalizados argentinos, que desesperados por la pérdida de sus bienes se presentaron en la embajada a pedir auxilio. Esto despertó una serie de disputas internas en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Finalmente terminó imponiéndose la dura postura de socorrer exclusivamente a los judíos que fueran argentinos por nacimiento, ya que los alemanes israelitas naturalizados argentinos, eran, según los especialistas, "alemanes viviendo el Alemania", y en esa época la Argentina no aceptaba la doble nacionalidad.
Los hordas nazis no entendían de pasaportes o nacionalidades, y no todos los ciudadanos naturalizados argentinos de origen israelita fueron respetados aquella noche perversa; tal fue el caso del matrimonio Mundstock. Alfred Mundstock y su esposa Elena Gaedke de Mundstock vivían en la Lindenstrasse, número 169, de la ciudad de Düsseldorf. Pasados cuarenta minutos de las cero horas del 10 de noviembre, una turba embravecida que vestía uniformes de las S.A. irrumpió violentamente en el apartamento de los Mundstock. Derribaron la puerta y se dedicaron por un largo rato a destruir el mobiliario y todo aquello que se encontraba a su alcance. A sabiendas de que la policía se abstendría de tomar medidas, los Mundstock, munidos de su pasaporte argentino, decidieron recurrir al cónsul de Düsseldorf Enrique Moss.


Un embajador Sudamericano en desgracia:
Los hechos de aquella infame noche también dejaron como saldo la partido del nuevo representante que Colombia había enviado ante Hitler. Rafael Rocha Schloss era el encargado de negocios de Colombia y además aficionado a la fotografía. Consternado por los destrozos en el centro de Berlín, no tuvo mejor idea que bajarse del automóvil con chapa oficial y ponerse tomar instantáneas de los destrozos. Era ya el día 10, y lo acompañaba Jaime Jaramillo, quien se disponía a presentar sus credenciales como nuevo embajador ante el Führer. 
Rocha habían tomado ya “varias vistas” sobre la Kurfürstendamm cuando de repente y sin que persona alguna los hubiera hecho antes la menor observación, se encontraron materialmente rodeados por policías que formaban una cadena alrededor del automóvil de la Embajada de Colombia. Hubo forcejeos, gritos, empujones y un escándalo diplomático que, como era de esperarse, fue resuelto a la manera que los nazis resolvían las disputas con naciones que no estaban entre sus prioridades: las credenciales diplomáticas de Jaime Jaramillo no fueron aceptadas. 




El presente artículo fue publicado por el diario La Prensa el 13/11/2018


No hay comentarios:

Publicar un comentario