La última semana de septiembre de 1960, la pequeña ciudad de Zárate, al norte de la provincia de Buenos Aires, sufrió una revolución inesperada. Un inmigrante alemán que trabajaba en una empresa de la construcción por $180 diarios, fue detenido acusado de ser nada menos que el siniestro Martin Bormann, visto por última vez quince años antes mientras intentaba escapar del Führerbunker.
Hasta el ministro de Interior, Alfredo Vítolo, declaró que el detenido tenías las características físicas de Bormann. La Embajada de Alemania Occidental en Buenos Aires comunicó rápidamente que pediría la extradición si el hombre realmente era Bormann
Sin embargo, los exámenes antropométricos más exhaustivos fueron negativos; para el 30 de septiembre, las crónicas en los diarios comenzaron a dar cuenta de que Fleger no era Martin Bormann. El hombre negó vehementemente ser Bormann de inmediato. No solo había llegado a Argentina en 1944, dijo, sino que había vivido varios años antes en Chile; fue allí donde perdió su brazo derecho en una mina.
En Mannheim, Alemania, la Sra. Gertrude Wiens le dijo a la policía que el hombre era su hermano, Walter Flegel, quien había emigrado a Argentina hacía 30 años. Dijo que había recibido cartas enviadas por él desde Zarate. Oskar Riester, jefe de la policía de Mannheim, dijo que su declaración parecía creíble y que había informado a Interpol, la organización policial internacional. Por otro lado, en Bonn, se declaró oficialmente el jueves en el Ministerio Federal de Justicia que si hubiera habido alguna duda de que el alemán arrestado en Argentina fuera Martin Bormann, el gobierno federal habría solicitado inmediatamente su extradición.
Para 1960, se desconocí que Bormann, el último Reichsleiter del partido nazi, estaba enterrado en la Estación Lehrter, justo donde los testigos dijeron que lo habían visto por última vez. En 1972, unos trabajadores de la construcción descubrieron sus restos, a los que años más se sometieron a una examen de ADN que confirmó su identidad
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