El centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial (1918–2018) me encontró inmerso en una de las titánicas obras literarias de Winston Churchill: “La crisis mundial; 1911-1918”.
Churchill, quien también interpretó un papel central en la guerra del catorce, como primer Lord del Almirantazgo y luego como ministro de armamentos y municiones, hace gala en esta obra de sus inmensas dotes de escritor, tan largamente conocidos por otra obra sobre la Segunda Guerra Mundial que escribiría décadas más tarde.
El libro hace un repaso global y abarcativo de toda la guerra. De todas maneras, Churchill hace especial hincapié en hechos con lo tuvieron por principal actor. La fallida conquista de la península de Gallipoli, triste recuerdo de la Flota Imperial, fue siempre su hora más oscura, y en esta obra hace una larguísima defensa de su actuación en aquella oportunidad, tan discutida por largos años. Podríamos decir que achaca la grave derrota una larga combinación de circunstancias más que a su responsabilidad personal.
Como amante de las grandes batallas navales, quedé atrapado en el acto por los magníficos y detallados relatos de las batallas de Jutlandia, los submarinos de los Dardanelos, y otras tantas proezas de las armadas de ambos bandos. De todas maneras, las descripciones de las grandes batallas terrestres no han quedado a la saga.
A diferencia de Max Hastings en su obra sobre “1914”, Churchill reivindica la figura de Sir Douglas Haig. Sobre el bando francés, pones siempre por delante la figura de Foch y degrada bastante al mariscal Petain. Por el lado de los alemanes, denosta a Moltke, eleva a Ludendorff y relativisa el papel de Hindenburg.
En fin. Es siempre un placer fluir a través de la prosa de este hombre tocado por la divina providencia, provisto de una visión y una inteligencia que pocos mortales han conocido. El armado y la cronología del maratónico libro, así como su apoyo documental y verídico son de un nivel superlativo.
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