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Un monstruo de las profundidades

Carga de profundidad británica de 1.000 kg. 

Cuando la campaña de los submarinos alemanes contra la navegación aliada, principalmente británica, se hizo más y más intensa, los ingleses ensayaron toda clase de elementos destinados a protegerlos del peligro de los sumergibles.


La guerra submarina, en efecto, que había aumentado gradualmente su intensidad hasta convertirse en una verdadera pesadilla para los Altos Mandos aliados, debía ser contrarrestada rápida y eficazmente. Fue así que los convoyes aliados zarparon, en toda oportunidad, protegidas por gran cantidad de naves de escolta, torpederos, destructores y aun cruceros. Sin embargo, a pesar de la celosa vigilancia, los submarinos alemanes continuaron haciendo estragos en la navegación aliada. Especialmente en los primeros años, la represión de las naves inglesas que escoltaban los convoyes no era, por otra parte, todo lo eficaz que debía ser. En efecto; ante un ataque, los buques escolta dejaban caer en las profundidades grandes cantidades de bombas de profundidad. Pero eso no bastaba. 


Los británicos, enfrentados con esa realidad y para contrarrestar la táctica de los sumergibles germanos, comenzaron a emplear una nueva bomba, de 1.000 kilogramos (en lugar de las comunes de 150 kilos). El nuevo proyectil poseía dos masas explosivas que .no explotaban al unísono sino con un intervalo de un segundo, lo que daba a la bomba un mayor efecto explosivo.
La nueva bomba tenía 50 centímetros de diámetro y, dado que era demasiado pesada para ser lanzada, por los medios comunes (explosivo o neumático) era despedida por los tubos lanzatorpedos de los destructores. En sus extremos la bomba tenía dos flotadores que retardaban la velocidad de inmersión. Efectivamente, el explosivo descendía a las profundidades lentamente y daba tiempo a la nave que lo había 'arrojado para alejarse del lugar.

Cargas convencionales
Fuente: Revista Segunda Guerra Mundial N° 36, 1965, Picadilly Press

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