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Deuda externa y nazis

Lamentablemente el tema “deuda externa” está a flor de piel por estos días (una vez más y van…) 

También se puede hacer un poco de historia con esto. 

El tema de los nazis y su real poderío económico en Argentina ha sido tema de debate alguna vez. ¿Qué tan real era entonces? Muy real. 
Pero este proceso comenzó mucho antes de Hitler, es decir inmediatamente después de la unificación de Alemania y su victoria en la guerra de 1870. Así lo marcan las estadísticas. 


Debemos separar las inversiones, empréstitos, sociedades anónimas y el comercio exterior. Lejos estuvieron de mermar las inversiones y las sociedades anónimas germanas durante el impase de la gran guerra de 1914. Esto se debe a que las aproximadamente doscientas sociedades alemanas reinvirtieron sus ganancias en el mismo país en lugar de girar las remesas. Esto produjo que se convirtiera, el país teutón, en la tercera potencia económica externa en Argentina, detrás de Inglaterra y EE.UU., a pesar de haber llegado tarde al “concierto del capital”. El comercio exterior y los empréstitos, por cuestiones lógicas de la guerra, descendieron bruscamente; pero en la década del veinte resurgieron con gran impulso. 

El dato curioso de hoy es que en 1936, ya con los capitales germanos totalmente controlados por los nazis, la Municipalidad de la Matanza tomó deuda por valor de 1.200.000 m$n (como podemos ver en el cuadro de más abajo) del Banco Germánico de la América del Sud, para pago de deuda flotante y la realización de obras públicas. Las obras públicas luego eran otorgadas a empresas constructoras alemanas, con lo cual el dinero regresaba a las arcas nazis… 


Hay enorme cantidad de datos que emanan de la pluma de Luis V. Sommi, quien en los años treinta y cuarenta investigó el fenómeno de las inversiones alemanas como nunca nadie lo ha hecho. Actualmente estoy desglosando su trabajo, y de él surgen estos datos. Sommi era comunista, pero créanme que sus investigaciones sobre el capital alemán arrojan una cantidad de datos objetivos de una calidad asombrosa, además están muy bien documentadas sus fuentes.

ESTADO DE LOS EMPRESTITOS ARGENTINOS COLOCADOS EN LA ALEMANIA NAZI (1938)
Contraído por
Objetivo
Año
Extinción
Pagadero
Monto
Rescatado
En circulación en 1938
Nación Argentina
Unificación y conversión de la deuda
1896  y1897
1954
Londres: Barny Brothers Berlín: Deutsche Bank
 £ 6.746.031
 £4.041.120
 £2.704.911
Provincia de Buenos Aires
Obras desagües
1908
1949
Londres: Erlanz. Paris: C.M. Francais. Berlin: Darmstadter und N. Bank
 £ 1.500.000
 £   726.320
 £ 773.680
Nación Argentina
Ferrocarril Nord Este.
1906  y1909
1964
Landres Paris Berlin.
 £ 818.101
 £  311.601
 £ 506.500
Municipalidad de Buenos Aires
Construcción de casas para obreros
1908
1944
Berlín: Deutsche Bank y Discount G. Banco Ventral Bs As
 £  2.000.000
 £1.214.400
 £ 785.60
Nación Argentina
F. C. Nord –Este Argentino.Unificación S. C. C. de Paraguay
1910
1967
Londres: Barny Brtothers. Bs As. Paris. Berlin
 £ 411.957
 £ 145.220
 £ 266.737
Provincia de Buenos Aires
Capital banco de la provincia
1910
1944
Berlin: Dresdner y D. und N. Bank. Basilea y Paris
 £ 2.000.000
 £   754.200
 £1.245.800
Municipalidad de Buenos Aires
Const. red. Norte y Sud.
1913 y 1914
1950
Londres: Barny Brothers
Berlín: Deutsche Bank, Disconto y Nord. Bank
 £ 4.960.300
 £       2.824.240
 £     2.136.660
Municipalidad de La Matanza
Pago de deuda flotante y obras públicas
1936
1958
Banco Germánico de la Amércia del Sud
 $   1.200.000
 $                           -  
 $      1.200.000
Totales
 £16.436.389
 £8.802.701
 £ 7.634.288
 $ 3.200.000
 $ 1.214.400
 $ 1.985.600

Comienza la guerra naval

Hace exactamente 80 años, al caer la noche del 19 de agosto de 1939, el jefe supremo de la Kriegsmarine, el almirante Raeder, recibió una llamada muy trascendente. Era requerida su presencia ante el Führer, Adolf Hiter. El canciller de la Alemania nazi le comunicó al marino que había recibo las seguridades de que Stalin se avenía a firmar el famoso pacto de no agresión que pocos días más tarde asombraría a propios y extraños. Así Hitler tenía las manos libres para aplastar a Polonia. La reacción de Francia y gran bretaña era una incógnita, por lo tanto, y en previsión de un posible enfrentamiento, las unidades de la marina de guerra debían dejar sus puertos y ocupar las zonas de guerra asignadas.  
Este escenario había sido ya previsto por el Estado Mayor de la Kriegsmarine. La flota de sumergibles, por entonces bastante reducida, se hizo a la mar de inmediato. Por su parte, los pequeños acorazados "Graf Spee" y "Deutschand" hicieron lo propio a toda máquina. El primero de ellos terminaría su legendario raid pocos meses más tarde en las marrones aguas del Río de la Plata, pero eso es otra historia. En mi propia biblioteca tengo un hermoso cuadro del Spee abandonando Wilhelmshaven el 21 de agosto, regalo de un hijo de uno de los marineros que iba a bordo...
Todavía era la noche del 19 de agosto cuando diecisiete submarinos del tipo IX ( los primeros del tipo oceánico) dejaron apresuradamente sus amarras. Su misión era ubicarse entre las islas británicas y el Océano Atlántico. 
Días más tarde tomarían posiciones submarinos de radio de acción menor en todo el Mar del Norte y sus inmediaciones. Uno de ellos era el U-30, del tipo VII A, comandado por el teniente Fritz Julius Lemp, quien pocos días más tarde hundiría por error al buque de pasajeros "SS Athenia", dando origen a un incidente internacional de grandes proporciones. 
De esa manera, el cerco sobre las islas estaba preparado aún antes del inicio oficial de las hostilidades.


Esta es una muy hermosa y nítida fotografía del U-37, del tipo IX A. Al mando del entonces Kapitänleutnant Schuch dejó Wilhelmshaven la trascendental noche del 19 de agosto, tal como los hemos narrado. Esta sumergible tuvo una dilatada y exitosa carrera en la guerra. Aún en los tiempos más difíciles nunca pudo ser hundo por los aliados. Por su parte mandó al fondo del mar a 53 barcos aliados, por más de 200.000 toneladas. Comandante de la talla del as Werner Hartmann tuvieron el honor de tripular a este lobo gris.  El U-37, uno de los pocos submarinos oceánicos de preguerra, terminó sus días el 5 de mayo de 1945, siendo echado a pique por su propia tripulación.


La triste odisea del cabo Nieweg

Ayer estuve bastante aburrido, así que me puse a ojear una revista de la década del sesenta que era de la biblioteca de mi abuelo. "La Segunda Guerra Mundial", de Picadilly Press. 1965, Editorial Codex
Ahí encontré esta interesante y triste historia de un cabo que logró escapar al cerco de las tropas alemanas de Stalingrado, azotadas por el Ejército Rojo y por el duro invierno ruso:

El cabo Nieweg, de la 4° Batería Antiaérea, golpeó en la bota al hombre que estaba tendido delante de él. No recibió respuesta. Nieweg, incorporándose, lo observó detenidamente. Aquel hombre no podría responderle nunca; su boca estaba llena de nieve y el cuerpo comenzaba a hundirse en ella. Nieweg hizo un gesto y miró a su alrededor. Realmente, no valía la pena ocuparse de él; muchos más estaban así, inmóviles, cubiertos de nieve, en paz, al fin...

Nieweg encendió su pipa pero la apartó de su boca, asqueado. La falta de tabaco lo había obligado a llenarla con el contenido de su colchoneta de campaña... El humo, irrespirable, era nauseabundo... uno a uno, los hombres comenzaron a incorporarse. Estaban allí dos artilleros, dos soldados del Servicio Postal, un subteniente de la 719 división de Infantería, unos veinte infantes y algunos hombres más, de diferentes unidades. Eran en total unos cincuenta combatientes. Entre ellos había, inclusive, dos pilotos de la Luftwaffe. Tras un breve conciliábulo, decidieron permanecer juntos. Pocas palabras bastaron. Solos, uno a uno, estaban perdidos. Unidos podían intentar la aventura de escapar de Stalingrado y llegar a las líneas alemanas. Era una probabilidad entre mil, pero valía la pena intentarla. 

Nieweg hizo un rápido inventario de sus pertenencias. Decidió deshacerse de cuanto pudiera estorbarlo en la marcha. Rápidamente arrojó lejos de si la marmita del rancho, que de muy poco podría servirle; la pequeña radio portátil siguió el mismo camino; la ametralladora, sucia y oxidada; el casco de acero, el cinturón y la mochila; todo quedó atrás. Nieweg y sus compañeros tomaron sus botas, los capotes destrozados, las mantas y algunas cartas y fotografías. Decidieron conservar sus relojes, a pesar de las diferencias de hora que presentaban todos ellos. Y partieron... 

La larga marcha hacia las líneas alemanas se presentó como un interminable camino jalonado de cuerpos exhaustos. Uno a uno, vencidos por el hambre y el frío, los hombres fueron cayendo sobre la nieve. Otros, alcanzados por disparos de soldados rusos aislados, quedaron allí para siempre. El día 28 de enero de 1943, desde un avión alemán de reconocimiento, la tripulación avistó a un pequeño grupo de hombres que avanzaba sobre la helada estepa. Descendiendo hasta unos doscientos metros del suelo, el observador pudo distinguir las señales frenéticas de los fugitivos. Inmediatamente comunicó la novedad a su base. El mariscal Milch decidió tratar de auxiliar al grupo en marcha. Al día siguiente les fueron arrojados mapas y alimentos. Era el 29 de enero y los hombres se encontraban a casi veinte kilómetros al oeste de Kalatsch. En ese momento, el grupo había quedado reducido a unos veinticinco hombres. 

El 30 de enero, la Luftwaffe pierde todo contacto con los fugitivos. El 31, los pilotos encargados de tratar de localizarlos comunican: "Sin rastros de la unidad”. Una orden del mariscal Milch dispone que la búsqueda continúe hasta el día 2 de febrero. Pero todo es en vano. La estepa es un gigantesco desierto de nieve. Los hombres han desaparecido. La Luftwaffe abandona la búsqueda... ¿Qué ha ocurrido con aquellos soldados? ¿Dónde están? Nadie lo sabrá hasta un mes después. Efectivamente, el día 3 de marzo un hombre agotado por la fatiga y el hambre, extenuado por el frío y el sueño, casi enloquecido por la soledad y el silencio de la estepa, arrastrándose, llega hasta un puesto avanzado alemán. Es el cabo Nieweg, único sobreviviente del grupo de fugitivos de Stalingrado. Más de cincuenta camaradas han muerto en la travesía. Sólo él ha llegado. Han sido ciento veinte kilómetros a través de la estepa, cruzando las líneas rusas, ocultándose, enterrándose en la nieve, escarbando el duro suelo en busca de raíces para alimentarse, sufriendo horrores indescriptibles. Pero al fin está allí… 

El comando alemán decide enviar enseguida al cabo Nieweg a la retaguardia. Al día siguiente partirá. Pero el día siguiente no llega nunca. Horas después de su llegada, el disparo aislado de un francotirador soviético le atraviesa la cabeza. La odisea del cabo Nieweg ha terminado.