Esta fantástica fotografía del HMS “Alcántara”, un crucero auxiliar de la Marina de Guerra Real, fue publicada por el diario La Prensa al momento de atracar en el puerto de Buenos Aires, el 1 de agosto de 1941. Al mando del capitán J.G Ingham, la nave, que desplazaba más de 22.000 toneladas, estaba artillada con ocho cañones de 6 pulgadas y dos de 3.
Al reparar en el detalle del artículo que acompaña la imagen, es imposible no realizar algunas reflexiones. Imaginemos por un momento que en lugar de ser una nave de guerra británica hubiera sido un corsario de superficie alemán el que atracó en Buenos Aires, siendo además provisto adecuadamente por la “Comisión de donación de carnes argentinas al Ejército británico”. Imaginemos sólo por un instante las voces que se hubieran alzado repudiando aquel hecho si se hubiera tratado del “Thor” o del “Pinguin”, que no navegaban muy lejos de allí en esos momentos.
La neutralidad argentina siempre fue indudablemente funcional al Eje, algo que no amerita discusión alguna, pero lejos estaba el país de ser casi una satélite del nazismo. Menos aún en los años democráticos de 1939 a 1943.
El “Thor” fue uno de los corsarios de superficie más exitosos que los alemanes utilizaron en las aguas sudamericanas. Sobre las hazañas del capitán Kähler he hablado bastante en mi libro “Sumergibles alemanes en Argentina y Sudamérica”, donde también menciono las campañas de corsarios de superficie en aguas del Atlántico Sur. Un año antes de ser tomada la fotografía que hoy comparto, el corsario germano “Thor”, que estaba asolando las rutas aliadas del sur de Brasil, y el “Alcántara, siempre al mando de Ingham, se encontraron frente a frente en el océano desolado, unas 300 millas mar adentro de las costas donde limitan Uruguay y Brasil. Aquello sucedió el 28 de julio de 1940.
El corsario alemán trató en vano de escapar durante más de dos horas. Sin embargo, como el buque británico era más rápido, su comandante llegó a la conclusión de que su única oportunidad era virar y presentar batalla, dejando el sol a sus espaldas y esperando que sus artilleros acertaran antes que los enemigos. Así, cerca del mediodía, el “Thor” redujo su velocidad, giró a estribor y abrió fuego, haciendo impacto con la tercera salva sobre el crucero enemigo. Luego de acertar, e infligir graves daños a su adversario, Kähler prefirió preservar su navío. Echó una cortina de humo y se dio a la fuga. El buque inglés debió dirigirse a Río de Janeiro para reparar sus averías.
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